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Ahora hablaré de los bosques de abedules
de una ventana verde por la que entran
coronas de acebos incapaces de herir,
hayas como tapices y
espinos albares que no conocen la sangre
de ningún Cristo.
Valles o montañas, tus ojos son verdes
de un verde muy frágil, quizá porque
pasaste la infancia en una tierra
sin castaños, avellanos y nogales,
tal vez porque una lágrima o la mano
de algún niño inexperto diluyó
el verde doloroso y empinado de tus ojos,
tan empinado y estrecho que cruzarse
en ellos con un repartidor de lácteas
vías sería renunciar a alguna estrella.
Ahora hablaré únicamente de tí
de tus ojos verdes y del color verde
de nuestro amor paseando por el Bosque de Peloño,
alimentándose de moras silvestres, de
pan y moras y de tanto verde como pueda
caber en esta tarde.
Al final del día sucumbiremos divinamente
como el mar y su linea en la noche
como el azul de las fuentes, yo crucificado
en tus brazos y tus ojos inundándome
la piel de un amor verde.
11.08.2001
Cabo de Oyambre (Santander).
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