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23 abril, 2022

 Se acerca el otoño.

Lo sabes. Los parques

han empezado a desnudarse.

Ya no pasean por ellos

adolescentes jóvenes y divinas

vestidas con la simplicidad

de una vida relajada,

entreteniendo en sus labios

frutales los deseos de los días

ordinarios y las promesas

de vivir

            la vida sin yugos.

 

Las primeras hojas se encaminan

ya

            hacia la fosa

común de los sueños frustrados.

No hay remedio

para este instante perpetuo;

no existe un paraíso

para volver a vivir

otra felicidad fugitiva.

 

Sé que te persigue

la tentación, la ternura

de quedarte; que te enloquece

el vacío y las tardes lentas

cargadas de aquel

olvidado pedazo de tiempo.

 

Se acerca el otoño.

Lo sabes. Y quisieras,

inventor de ti mismo,

salir a la veranda  y a gritos

reclamar de las calles

el yo inocente

que eras en el pasado.

 

Pero ya no pasean por ellas

lectores que te devuelvan

al olimpo del reconocimiento.

Por eso vuelves al jardín

y retuerces el cuello

al último cisne decadente.

 

¿Acaso esta tragedia

no deforma el alma?

 

No hay respuesta, pero

la superficie ha vuelto

a aquietarse.

22 abril, 2022

 

Quebrar la calma de estas páginas

blancas, hacerlas torrente en este otoño

sin frutos, grito en las mañanas

silenciosas aún no despiertas

y después de horas cosidas a mano

y mordeduras, cuando ya no tenga

deseos, cuando ya no tenga pasiones,

cuando ya no tenga instinto,

dormir

            entre tus brazos

líquidos y frescos.

21 abril, 2022

 Le clavo a esta patria

                                               cuchillos

hasta la frontera del dolor

y ahondo aún más:

soterro bajo su piel verdirroja

todos los calendarios

en que hubiera podido nacer

con alegría un regreso

desconocedor del frío mármol.

 

No puedo consentirte

ni siquiera la alegría

de la fugacidad inerte.

He de ser cruel y apretar.

Y tal vez un día

                                    me hagas falta

y pueda lavarte las heridas.

20 abril, 2022

 

Los árboles son azules

y la noche se llama Carmen

de labios infinitos.

Escucha como mi voz

persigue tu huella

y te prende en los pentagramas

incoloros para que tu rasgo

desgarre el alba y rompa

el ritmo de las pedrerías.

Alacenas y alados

suman el vuelo

de tactos

                        sumergidos y glaucos.

Aldabas sin nombre

beben en los peldaños

de ramajes y telares

porque Ulises es un billete

sin vuelta y Ramsés

nunca besó el pezón de Keops.

19 abril, 2022

MIGUEL DE LA AUSENCIA

 Miguel Hernández,

ubre de caudales estrellados

y morral de linotipia,

sabes ya tanto de neutrones

y de apéndices inquietos

que besar otro cuchillo

te hermana con el rayo

como alfarero canoro

de tacto cristalino,

que ser nada y eterna orilla

te jarrea la voz

de enjambres distantes

más allá de aquel espejo

donde vuelves a ser niño

lauro y silencio

de soñadores, Miguel

y barro de enlutadas astas.

 

Miguel de la ausencia y cañas arriba

voraz furtivo de fonéticas

recién ordeñadas,

démonos la mano

bajo los pechos del verso,

allí donde amamantan agrios

y suben los exilios

de un artículo fluvial.

Acallemos esa herida

femenina sin cuerpo

que nos llama insistente,

porque tú eres Miguel

y en tus manos pacen.

18 abril, 2022

 

Para ellas he nacido

para pulsar

sus pechos desafinados

y concertar este infante

que me roba los ojos

para desembocar sumiso

en sus deltas de arpegio

como una herida desgarrada

arrogante y estandarte

de otoñales cópulas perennes.

17 abril, 2022

 Estas son pupilas

sin horizonte, que sortean

la voz de libre imperfecto.

Estas son aquellas miradas

diafragmas irritados

que merendaban trópicos

—desnudos invernales—

y encendían el borboteo

de tu más allá pensativo.

 

Después alguien quiso

—tal vez lloviera o simplemente

era el vapor de la duda—

sepultar el iris grave

que un día, risueño a tus pies

arrastró la visión remota

de un "no puede ser" ansiado

que jamás estuvo allí.

 

Pero este camino es viejo.

Este intempestivo obsceno

de la huella mansa

carece de adjetivos

para, lento, corromper

este ser pupila, mirada, iris otra vez

o visión de místico cristal,

inconfesable párpado

de gnomos e intangibles después.