"La facilidad que tenemos de manipularnos a nosotros mismos para que no se tambaleen lo más mínimo los cimientos de nuestras creencias es un fenómeno fascinante". MURIEL BARBERY: La elegancia del erizo. Seix Barral, p. 117.
Dejadme
Quevedo, Dante
y tantos otros
no estar de acuerdo
con vuestras odiseas.
Para nosotros
los voluntarios
de la metálica encina
y el cáñamo celoso,
de la pólvora blanca
y del filo ligero
no existe castigo
en el Hades sereno,
no existe soledad
mayor que la del reloj
Pero
hablemos de mí
como si fuera ese sueño de mañana.
Bástete saber
que estoy despierto,
despierta la voz
y acordado el llanto.
Tengo tu mismo nombre
entre los ramajes
y soy la piedra
que golpea tu alba
cuando la luz es un adiós
de racimos pacientes.
A las doce le regalaron luna
de cendales y opacos lirios
para que las marionetas
se pintaran los labios
y besaran arterialmente
como besan las ingles del Tajo:
fluido si no les preguntan,
suave si las arrastran.
Después no hubo estrellas.
Más tarde amanecían guiñoles
y cuando por fin era el sueño
despertaron aquellos anillos de plata
que escondía bajo la piel.
Esta mujer
que me ama por mi mismo,
que me es fiel con su cuerpo
y su palabra de viento,
que me pone por delante
de todo y de todos
tiene nombre de distancia
y de plural eterno.
a la que adoro
y guardo,
a la que reservo
mi arcilla toda
y prodigo abecedarios
de amapolas y promesas,
a la que me entrego
y dedico mi piel,
se llama Milagros
vestida de blanco
y arropada de relojes.
me mantiene despierto
y me rotura los párpados
con el prurito del miedo.
me despersonaliza.
me hace imagen suya.
Esta mujer.
es mi futuro
mi sueño caído
mi totalidad
mi otro no ser
mi deseo,
mi suicidio.
Vuelvo a empuñar la espada.
Cabalgo un recuerdo de bronce
y visto un traje de piel
transparente y fría como el propio agosto.
Reparto cuchillos por el alba
y beso las piedras del camino
con la huella de tu nombre
mientras retorno a antiguas lides
y batallo con la soledad.
Pero en todos mis sueños
te llevo como estandarte.
Todas las tardes visito los recodos
del camino que traerá tu voz
y dejo que mis halcones
se remonten y busquen
las asustadas palomas de tus pechos.
Tengo prohibida la paz
el hambre y el sueño
para sentirte despierta
hasta en el cáliz de las olas.
Tengo el camino
perdido en tus cardinales
y rezo a un dios antiguo
de pronunciado vientre
al que adoran los fanáticos