"La facilidad que tenemos de manipularnos a nosotros mismos para que no se tambaleen lo más mínimo los cimientos de nuestras creencias es un fenómeno fascinante".
MURIEL BARBERY: La elegancia del erizo.
Seix Barral, p. 117.
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18 febrero, 2023
Lo mismo
de otro modo:
alboroto de la piedra
hollada por el agua,
afilado colmillo
mordido a la oscuridad,
salón punzante
de tu vientre promiscuo.
Eres como una caverna,
gruta y boca profanada,
como si una luz repentina
bebiera la saliva de tu cal.
28/02/1985
Salamanca
17 febrero, 2023
Relámpagos, espinos y barro
como estos versos,
dolorosos,
nos pertenecen hechos
de luz
y calígine.
Pugna la cal
con tus pies
dormidos,
con la insistencia
terca
de hollar la brisa.
Y yo calmo tu cólera
con los ojos
benévolos
y mi mano te habla
de la aérea cercanía
de la ingravidez azul
lejos de la tierra.
No os prometo un
prodigio.
Sólo una palabra,
un estampido en la
voz.
El resto, la fe y la
paciencia
son empresas
silenciosas.
24/02/1985
Salamanca
16 febrero, 2023
A Milagros Y Paloma
González prieto
¡Oh, mimadas cenicientas,
plúmbeas huéspedes de cristal:
el mimbre de mi voz
socorre esta
medianoche
los dormidos avatares
de la música
como diez Lázaros
sonoros
y descalzos en el
convexo ramaje
de vuestra pupila
nublada.
Tras estos peldaños,
tras el despeñar
agrio,
no hay salteadores de
abrazos,
no hay bancos de
pedregales
ni arenisca de ingle
rastrera.
Sólo diez fuentes sin
oleaje,
diez fuentes de
piedra tibia
donde acodar los
surcos
quejumbrosos y
soñadores.
No hay tiempos
paralelos
con los que engañar
la mirada oblicua,
no hay fáciles
paladares de la piel
y golpeándoos espalda
con espalda
os reflejáis en los
mismos ojos
de ese noble y azul
crespón
que aún os liga al
eterno cuento
de páginas ovaladas.
14/02/1985
Salamanca
15 febrero, 2023
Estos versos largos que se escapan de la página,
tránsfugas lumínicos
golpeando el bisel oscuro de la boca,
Aveces me quedo parado frente a las dos sílabas de tu misterio como
ante un cuadro impenetrable. Y como no sé, retrocedo asustado: es abrumadora la
certeza de saberte sin marco.
Me ronda un cosquilleo entre la nuca y los labios, pero no hay mano
matinal
que me explique lo que quiero: ni mirándome la piel, ni tocándome el
hueso sabedor de tus rasgos.
Sólo cuando, absorta, hilas el dolor de tus ojos casi ciegos,
asaeteo a escondidas tu pecho con el mismo recóndito vocablo y abro las manos
al eco para traducir mi retrato.