En
realidad es
un autobús
o dos trenes
queriendo
justificar su avaricia
sin importarles
la adolescencia,
el cúmulo
prolongado de la vejez
o las
treguas propias del invierno.
Avanzan
como una sílaba tras otra
con la
rutinaria inercia de quien
conoce confiado
todos los andenes, todos
los significados
y ya no disfruta
ni con el
trayecto ni con el verso
final y
definitivo. Son meros
transportes
y en el repentino choque
se
retuercen, se funden con la dura
realidad
donde se pierde la inocencia,
donde los
personajes reclinados
en la
confianza de estas nuevas
ballenas
no tendrán tiempo
de clamar
por la redención de su papel.
Tras las
noticias y la desaparición
de la
madre, de las hijas, de los jóvenes
estudiantes,
de las bellas bailarinas,
alguien se
empeñará en abrir
las
puertas del templo de la araña
que no
dejará ver la luz
o tal vez
sí, los frágiles axiomas
que
separan la vida y la muerte.
Todo acabará
siendo un brillante relato
de historias
corales diluidas
en la
inevitable necesidad
de
sobrevivir, de continuar y por eso
es un
autobús o dos trenes
que se
leen sin emoción,
que mañana
harán el mismo trayecto,
y donde yo
también muero y viajo
eternamente
en nuestro mundo cotidiano.
11.2.2016
Salamanca