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26 febrero, 2022

 He vuelto a casa después

para recordaros mi cumpleaños

y entre las camisas y los libros

había otro hombre diferente.

No me pertenecen sus interiores

como tampoco las pupilas.

Mi cama, aquel descanso que ya no es mío

me arrebata el cuerpo

mientras los labios

que tantas veces le ofreciera

reposan, confundida su piel

con la sombra de las aristas.

Es ahora, según me cuenta,

un alazán cristalino

el que duerme sobre ella

e invoca los misterios del tacto.

 

Tampoco este otro reloj

ha sabido esperarme.

Hoy tiene un despertar adulto

cuatro párpados menos

es verdad pero barbado

e incógnita de la sombra.

Escribí antes sobre su piel

intermitente cómo se odiaba

el sorpresivo pintalabios

con que nos maquilló

fechas señaladas y llantos

desérticos interiores.

 

Hoy me escribe un lejano

buenas tardes prometiéndome

aquel mármol que ella no pudo

—sin guardarme rencor—

y flores cada fin de mes

para que no asuste a los niños.

 

No me dejarán volver.

Sé que no me van a dejar

a solas con tu sonrisa

porque no soy posesivo

y de las manos me penden

poemas y cristales

que no fueron de tu raza.

 

¡Hasta la brisa me han prohibido!

¡Incluso ella desdeña

mi célula esponjosa!

25 febrero, 2022

 Hay otra muerte

menos dolorosa

que esa de labios sangre

que me ama en sueños:

este cuerpo de prodigio

y pechos concretos

como la verdad

de un eterno futuro.

24 febrero, 2022

A propósito de la fecha de hoy y de los Mesías de oriente

 Los sonidos

de este amanecer frágil de cenizas

y cuervos me dejan a merced del contorno

de los despertares verbales asediado por

lo que tendría que decir y las frágiles

razones de lo dicho. Las nubes

preludian ambigüedades. Cada uno es

libre de escoger sus propias locuras

y de escudarse en los más recónditos anonimatos

a la deriva de los días mientras

sórdidamente los hombres

continúan muriendo.

                        Cada vez

que mi columna es flagelada compro

un nuevo libro de ilusiones para sobrevivir

y permanezco allí

sentado

                        donde el dolor se abre de par

en par como una ventana de sonoridades.

                                    Leo y recuerdo

las manos abiertas, las huidas sobre

las aguas, los latigazos en los templos,

el sermón de las cosas sabidas

mucho antes de ser escritas y el hambre

aplacada por la tentación de los peces

y panes sin límite.

                                    La enfermedad

del deseo es perdonable. Tampoco he vuelto

a tener remordimientos por seguir

masturbándome a esta edad.

Pasará mucho tiempo antes de que alguien

quiera escribir sobre mí y dar

testimonio de mi paso por el Cantábrico.

Tal vez treinta y tres años quizá

cuarenta y cuatro, diez más tarde

quién sabe qué habrá sido de este

demonio interior que resucita

en las mañanas en que en el horizonte

sólo hay mortandades.

23 febrero, 2022

 

Estas son las horas

que vencen sobre mí

y aquellas que hicieron de la noche

el espasmo de la blasfemia

son mi mano detenida

sobre la duda de tu corazón.

22 febrero, 2022

 Nuestro amado presidente

entregaba ayer

los títulos de Hombre.

 

Durante la cena

antes de los deportes

y ya sin apetito

había decidido renunciar: mi mano

de las uñas a los nudillos

descarnada de formas

universales renegaba

de todo contacto.

21 febrero, 2022

 

Hollar el paso de otras manos

en vano sabiendo

que el recuerdo resucita

el tacto y la no palabra,

¿no fue regalarme

y darte un motivo

para odiar la soledad?

20 febrero, 2022

 Vengo de nacer

en los altos cerros

con la sangre envenenada,

asistido por la noche

y en mi patria acuchillado.

Vengo de nacer

maduro de hierro vegetal

y retamas metálicas

persiguiendo Dafnes futuras

y navegando deltas hirsutos

sobre un reloj de versos.

Vengo del lejano

eco de los abecedarios

voz de imperfecto pasivo

y voy a tu antigua raza

a copular con el tacto

de los soñadores eternos

a ser padre de humanos

antes que hijo de dioses

o hermano de odio y rencor.