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31 julio, 2008

Al final de la avenida

Cuando acudes
con el pelo mojado
después del rostro
puro ofrecido a las aguas
peino tu imagen
y bebo el olor apacible
húmedo casi
animal
de un jardín excesivo
que lenta-
men-
te
paseo.

Al final de la avenida
caes de bruces y de
repente el mar es
una ola violenta de abejas
espumosas tal vez leche
sorprendida o laberinto
donde pierdo
los ojos
y las manos
len-
ta-
men-
te.

10 julio, 2008

Pateras


Al otro lado de la montaña comienza el mar,
el mismo mar de siempre, el mar sin cicatrices,
sin memoria, sin caminos entre su azul
y el azul del horizonte en los que dejar huella,
sin temores a ser visitado por las primeras pinturas del otoño.

En su superficie agrietada los pájaros azules
han venido a disfrutar de mis ojos salobres,
pero también en ellos la existencia dialoga con la fugacidad.

Hieren insistentemente con sus manos encallecidas el espejo
tanteando el difícil territorio entre su yo negro y el todo,
pero en el mosto de la tarde se pierde
la caricia, el ansia insondable y hasta la sed.

Aún les queda un poco de fe en el alfabeto,
pero es una oración en silencio, un miedo a que la herrumbre
que se les va acumulando en la intimidad
se apodere también de la lengua.

Cierran los ojos
para espantar el dolor de los recuerdos que han quedado
en la otra orilla y quieren ver un árbol con los frutos
de la civilización, con pan y racimos
y con un nuevo tiempo adolescente.
Entonces
el guía grita señalando la tierra prometida
mientras se les caen de los párpados las últimas
almendras del sueño.

¡Si al menos la luna mostrara su cruel guadaña!

Pero sólo está el mar, el mismo mar de todos los días
sobre el que precipitar nuestros metálicos esqueletos.

¡Ya no habrá para nosotros otro agosto
para rejuvenecer las esperanzas!

Sólo queda morir con dignidad, sin resistir,
como si fuera posible otra existencia moral
bajo las aguas.
Pero no somos peces. Somos
pájaros azules de lejanas nostalgias,
cosechas de juventud perdidas.

09 julio, 2008

Viejas melancolías

Un día llamará a tu puerta
una muerte benigna
y abrirás temblorosa
las manos como si
temieras que huyesen
viejas melancolías.

08 julio, 2008

Breves nostalgias


Aún no he ido
a Estambul y ya tengo
breves nostalgias.

El mar por primera vez

Entreví el mar por primera vez
en Saint Jean de Luz a los trece años
como una cuchillada azul
en el lejos del paisaje septembrino
en un horizonte intermitente
que asaltara mi primer gran viaje.

En el vagón todos dormitaban.

Sólo mis ojos permanecían alerta
por si a la proa saltaran
los tritones del atardecer.

03 julio, 2008

Soy un hombre feliz

Paseo
a la hora
en que las calles
se recobran de los
sufrimientos
infringidos durante la noche,
bajo
una mañana
delicada como
la flor de los naranjos.

Soy
un hombre feliz
en estas
calles de caramelo
y mis pies no hieren,
no abren surcos en
el empedrado.

Voy recogiendo varias
manzanas
incendiadas
después de mordidas por
una mujer y lágrimas
perplejas, ávidas
de sueño.

La ciudad
es como un mar
sin barcos
y en esta envolvente
soledad
compacta de muros
que sólo las campanadas
de la torre
estremecen
ser hombre como
los hombres
es más fácil
y hasta apetece.

02 julio, 2008

“La agridulce piel de las apariencias"

(Para Paco Bringas)

Cuánta fragilidad en la mano
que descubre las cosas sencillas
de la tierra, del agua, del árbol
y la presencia insospechada tras el ojo
de la irremediable tragedia de solo
ser feliz a retazos!

La luz y la sombra han dejado
sus marcas en los resquicios
de esa piel de agriculdes apariencias
mientras los líquenes se aferran a las piedras
y guijarros como manantiales pueblan tu casa.

¡Nada amarga tras tu puerta
ni el pan ácimo de las tomateras
y yo insisto en llevarme el vinagre que te sobra!
A cambio te dejo música, fados antiguos
y olivares licuados donde el oro persiste
incluso en la noche más vulnerable.

Ya sabemos que la ciudad ofrece pocos hombres
pero existe la palabra, la carne,
el hueso en la palabra, la grasa,
jirones de piel en la palabra, casi
lengua agresiva.

Muéstrame, te pedí, cómo
dialogar con la arenisca
piedra y tu me trajiste
un ramillete de hierba
luisa.

28 junio, 2008

Tiempos de vendimia



Los abrazos en tiempo
de vendimia son
como un ramo
de jacintos recién
cortados.
Embriagan
incluso a una
distancia prudencial.

El túnel de la televisión


Lo paradógico de esta rutina
es que todos los días atravieso
el Túnel de la Televisión
para llegar al Paseo
de la estación y al otro lado
ni consigo ver nada
ni hay ningún tren esperando
por mí.
Aquellos que imaginaron
el callejero por el que transcurrirían
mis pasos ignoraban la dictadura
de las prisas y las normas de circulación.

Pequeños detalles

FOTO: ©Hélder Julio Ferreira Montero

A veces olvido
la cara de mi padre
que huye de los azulejos
azules como quien huye
de su patria y de otros muchos
rostros que yo nunca vi
sonreirme.

Otras veces omito
detalles que tu recuerdas como
si fuera ayer el sabor de la madrugada
más remota o el agridulce color
de un sustantivo que pugna
por enredárseme en las manos
y la lengua.

Ayer dejé sobre la mesa
de la cocina una intención que no
consigo recordar, quizá no fuera
más que un plato sucio
¿pero cómo decir con certeza el objeto
hasta retirar de sus sílabas
todo el jugo?
¿Cómo deshojar
una rosa de carne azul y no
cercenar la mano atrevida que roba
sus pétalos?

Paso las noches
encendiendo sahumerios al dios
de los recuerdos y me amanecen
el cuerpo exhausto y las manos extraviadas
como si regresara de un largo
camino que apenas conducía
a mí mismo y a una
ilusión de los sentidos y del tacto.

¿Será verdad que todos
nos quedamos un poco
más solos con los años?

Copia de seguridad



La vida hasta ahora
no nos ha quitado nada
o tal vez nada hayamos
echado de menos tanto
que la ausencia sea
insoportable.

Si necesitaras
restañar grietas del corazón
no obstante
aquí tienes
esta copia de seguridad.

¡Descomprímase en horas
de desasosiego!

El esqueleto de los abedules



Enterrar los ojos en el azul
inmóvil de la ría
abierta a la salada penetración
de las aguas, escalar
el deseo a los esqueletos
de anegados abedules.

Olvidar y abandonarme
en las hierbas de la orilla
mientras pasa un susurro de aire
sin mensaje aparente,
quizá una calandria madrugadora
perdida en el laberinto
de la luz.

En un día así
todo podría arder,
consumirse fugazmente
en un gesto de ternura
avivado por la respiración
de las aguas, el frágil y manso
suspiro inacabado del tiempo ardido.

En la víspera de ser
hombre inclinado
entierro los ojos en el azul
parado de la ría y la locura
se desvanece:
Todo podría
arder en un día así.

El principio



(Para Milagros G. Prieto, como casi todos)
Foto: © Julia Ferreira González

L
a primera luz de hoy serán tus ojos.

La primera palabra el furor de tu boca.

El primer alimento el fuego breve de tus pechos.

El primer suspiro tu cintura asaltada.

La primera música el arpa inacabada de tus manos.

Sería horrible iniciar el otoño
de otra manera, sin luz, sin palabras
sin alimentos, sin suspiros, sin música
en la soledad de mi casa.


13.08.2001
Cabo de Oyambre (Santander).

26 junio, 2008

Frente al mar esperas


Ya raras veces bajas a la playa conmigo
y cuando bajas frente al mar esperas.

¿Qué esperas? ¿Tal vez la
ayuda del viento para ser ave,
tal vez la ola propicia
para abrazarte y navegar?

¿La lenta enbriaguez de tu pie
en la arena podrá hurtarte
al horizonte del agua?

Esbelta era la mañana
en que te encontré  
entre las manos de Olivia.                                                  Foto: © Julia Ferreira González

Esbelta frente al mar
espera un poco más
mientras rendido de
duna en duna
cruzo el desierto hacia tí.


11.08.2001
Cabo de Oyambre (Santander).

El hombre que hay dentro de mi



El hombre que hay dentro de mí
tenía ideas sobre el mundo:
gritaba, golpeaba, hasta que
se convirtió en
parte del silencio
de la muchedumbre.

Entonces adormecen los relojes
y la carne se vuelve lenta,
son una pereza la piel y los huesos
y los ojos empiezan a anhelar
paisajes a solas, sólo piedra,
sólo árbol, montañas cada vez
más altas, sin humanidad.

Pasan volando pájaros,
sólo pájaros. No tienen nombre.
Ordeno que se detengan y parados
en el mediodía cuento cuarenta.

Ando sobre las aguas
y a mis pies vienen a libar peces,
sólo peces. Tampoco tienen nombre.
Ordeno que dejen de remar
y en una media ola cuento cuarenta.

Escalo montañas y desciendo valles
y otra vez colinas subo dulces
y en un otero pastan rebecos,
sólo rebecos sin nombre, de ojos
inocentes. Ordeno que alcen la testuz
y en cada uno cuento
cuarenta deseos, sólo cuarenta.

¿Les importará a los pájaros y a los peces
el hombre, le importaré yo a los rebecos
o en su urgencia maldecirán
mi capricho de Dios-Poeta
parando las aguas y el aire
con unos versos?

Súbitamente los pájaros, los peces y los rebecos
se hacen agua y en las últimas palabras
del poema aparece el barco
del que mi mano ha de ser marinero.
Bajo sus velas cuento cuarenta días de indulgencias
y la consagración absoluta al mar de la vida.

12.08.2001
Playa de Gerra - San Vicente de la Barquera (Santander).

Yo fui uno de ellas



Yo fui uno de ellas
y odiaba su len
ti
tud
sumisa a la fila,
la dictadura del primero y el afán
de los siguientes por avanzar
un puesto
siempre detrás
de otro.

Y ahora que las luciérnagas allá
a lo lejos vuelven
a descender hacia San Vicente
sé que no soy nada
o muy poco tal vez
apenas otra luz intermitente
luciendo al atardecer
pero al fin frente al mar.


12.08.2001
Cabo de Oyambre (Santander).

El bosque de Peloño


Ahora hablaré de los bosques de abedules
de una ventana verde por la que entran
coronas de acebos incapaces de herir,
hayas como tapices y
espinos albares que no conocen la sangre
de ningún Cristo.

Valles o montañas, tus ojos son verdes
de un verde muy frágil, quizá porque
pasaste la infancia en una tierra
sin castaños, avellanos y nogales,
tal vez porque una lágrima o la mano
de algún niño inexperto diluyó
el verde doloroso y empinado de tus ojos,
tan empinado y estrecho que cruzarse
en ellos con un repartidor de lácteas
vías sería renunciar a alguna estrella.

Ahora hablaré únicamente de tí
de tus ojos verdes y del color verde
de nuestro amor paseando por el Bosque de Peloño,
alimentándose de moras silvestres, de
pan y moras y de tanto verde como pueda
caber en esta tarde.

Al final del día sucumbiremos divinamente
como el mar y su linea en la noche
como el azul de las fuentes, yo crucificado
en tus brazos y tus ojos inundándome
la piel de un amor verde.


11.08.2001
Cabo de Oyambre (Santander).

La boca te sabe a barcos


Te beso donde
la boca
te sabe a barcos
y a brumas
y veo a lo
lejos las costas
de Dinamarca
o apenas
un futuro de
extrema embriaguez.

Te beso y muerdo
donde la hierba
del cuerpo es más
confusa y
reconozco el árbol
del fuego
que ahuyentó el frío
de mi corazón, la
manzana que
me mitigó el hambre
en la travesía
del desierto.

pronuncio entonces
tu nombre y surge
el Milagro, el regreso
al Edén del que
nunca debimos ser arrojados
y con un golpe de voz hendida
hago brotar un
lirio entre tus piernas,
un riachuelo abierto
para aplacar
la lengua en llamas.


11.08.2001
Cabo de Oyambre (Santander).

Te haces vieja

“La vejez viene gratis
con meras prohibiciones”.
M. Benedetti.

(Para Blanca Prieto Blanco)


Te haces vieja y un día
a los cuarenta
y seis o a los ochenta
y cuatro ya nadie se atreve
a contradecir tu verdad.
Los recuerdos se han ido
moldeando caprichosamente
y lo mismo da el día
a día que un ayer de neblinas:
todo se confunde en la
senil apreciación de los demás
como si nada supieran o todo
lo ignorasen ridículamente.

Los alimentos también
se han vuelto exigentes
y los sabores se disfrazan
de violentos carnavales.
Hasta el pan de cada
día rehuye el bocado añorante
y si no fuera por el vino
y un gato sin uñas
que te muerde las pantorrillas
dormir una noche más
sería atroz o atravesar
la vertiginosa prisa de las calles
que ya no espera.

¡Ojalá
con los años bajo el brazo
te volvieras joven y un biznieto
finalmente redimiera
las últimas arrugas amargas
y como lo ven ahora
mis ojos lo vieran
los tuyos asombrados
e incrédulos antes de huir
de sus cuencas hacia
los enigmas de la noche!

Salamanca
02/06/2008

1961


(Para Pedro Serra y Amelia Gamoneda)

Yo nací en el sesenta
y uno y en mi memoria
modelada no recuerdo

una persecución, la sed
el acoso de los mosquitos
un muerto en la cuneta
sin uniforme, la añoranza

lejos de casa o una atrocidad
mayor que imaginarme
revolucionando una familia
que ya tenía dos hijos.

Diez años después era
emigrante en la patria
de mi madre.
Tenía permiso
de residencia y jugaba a la
guerra con cuatro vecinos
en el Barrio de las Delicias
en una plazuela asolada
por el hollín de las máquinas
de vapor.

Nunca fui
a ninguna parte hasta
los trece años pero
si hubiera podido imaginar
el mar y un barco hubiera
ido a África para ver
cuántos de los que nacieron
en mil novecientos
sesenta y uno eran perseguidos
o tenían sed añorando
los miembros amputados
de su casa.


06/08/2008
Salamanca

Los extranjeros



U
n extranjero es
físicamente distinto!
Pero no ignora la rotación de la tierra
y sucumbe igualmente a los
hechizos de la falsa noche.

Sus manos son como un
carnet de identidad, único, lleno
de flagelaciones y milagros
y alguna huella de un cuerpo
con el que compartió poemas
y caricias.

Su boca
es una babel acezante
que se enreda en
el codiciado manjar del lenguaje,
ávido, como si la ropa fuera
necesaria a la desnudez
y no bastaran labios.

Su piel es
de ese oscuro
deseado, cobre púbico
apetecido, prieto trigal
de los insomnios sobre el que
navega un plan de futuro.

Sus ojos son
como dos maletas del adiós
en el vestíbulo, siempre abiertos
cautivos del horror que surge
como musgo en las pieles agrietadas por la sal,
muy abiertos, náufragos asidos
a algún descarte de la vida,
abiertamente extasiados ante el instante logrado
y al poco hendidos en una playa
salobre y policial.

Es difícil aceptar que se nos quitará
tan bruscamente como se nos dio
la mano del saludo,
la boca de los superlativos,
la piel al borde de lo descarnado,
el ojo de las lágrimas y quizá
sólo por ser ojo, piel, boca, mano
físicamente distintos.


Salamanca
25.05.2004
Publicado en la Antología
LA TIERRA EN LAS ENTRAÑAS.
I.E.S. Fray Luis de León, Salamanca, 2005.

Musicado y cantado por STOA

25 junio, 2008

Divinos


Tanto esfuerzo para ser divinos
y ahora que de nuevo
hemos llegado a Marte
sube el petróleo!

¡… y el arroz!


Salamanca
30/05/2008