Un abeto árbol
que se inclina
para besar la luz de las farolas.
El agua que golpea la soledad.
La piedra que me lleva
y una voz que sugiere
que no estoy muerto,
que habrá mundo cuando descienda.
Aún disfruto de la mirada
o es la luna que me observa.
Aquí hay años de distancia
y un minuto que no llora
y en este momento piso descalzo
los cristales de la noche
y mañana aún te espero.
Probablemente finales de 1982,
principios de 1983
Salamanca