Para
siempre
la noche vive una juventud
de diluvio amargo
donde las dunas palpitan
la imagen ilusionada
de los cuentos infantiles.
Por este mar de caballos
el límite no relincha
en las mareas del desprecio.
Desayunamos noticias
forjadas en la indiferencia,
mientras atónitos retratos
de voces sin nombre propio
pregonan la mudez del hombre
y desvirtúan el abrazo de las altas
ramadas.
Y el vidrio mojado de unos peldaños
galopa las despedidas solaces.
Aquí, donde se abre el encuentro
con una selva de palabras,
a veces no me escribe el silencio
y he de coger una pluma, o un dedo
en la arena
mientras los otoños de mañana
derraman por las orillas
unos labios como susurros,
incapaces del beso sonoro,
teñidos de la cal sociable.
Tal vez por este camino
se llegue a la rienda de la música.
Paralelo a tu huella,
entre los cipreses y el mármol,
nos quedan las ventanas
de la mente despierta,
aquí donde la niñez
no riñe con las acequias de la piel
para siempre sonora.
1/05/1983
Salamanca