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08 enero, 2022



Supongamos que el mástil
de la impunidad nos lleva sobre las olas
hacia una Cólquida remota
y vigías atentos vamos
reuniendo gestos, recortes,
fragmentos amarrados a una
noche moribunda, con las palabras
encadenadas a la caligrafía
para no sucumbir a los desordenados
sentimientos de la voluntad.

Llevamos los oídos atentos a las confesiones
y los labios prestos para la sinceridad
y la convicción geométrica de que resistiremos
los gritos de las mujeres en peligro
con nuestro propio canto.

Los días
y las noches se irán reiterando
sin desesperación, con los ojos
enrojecidos de buscar en el horizonte
las encantadas playas de Esqueria,
avistando aquí
y allá un ahogado familiar enfermo
de deseo. Estamos llegando.
Ahora ya las sirenas aplacadas y
victoriosos sobre ese mar remoto
de incógnitas aguas desgarradas por el temporal
asistimos al ocaso disputando a la
muerte sus sombras.

Cuarenta y
cuatro años malgastando la vida
en busca de un irreal canto engañados
y confundidos por los dioses arribamos
en esta nave precaria y desarmada
al mismo muelle del que partimos.
Nadie se acuerda de nosotros. Tampoco
yo recuerdo cómo éramos en aquellos días
en que las hojas eran apenas lamidas
por la llama.

Hemos llegado
hasta aquí descalzos sabiendo
que los hombres no son geométricamente perfectos
y que la poesía traza sus propios límites.
Traemos las bodegas medio vacías
felizmente moduladas por algunas músicas
y pocos objetos a los que hemos dado alma.
Traíamos la firme
decisión de entregar nuestro destino
a su legítimo dueño pero en casa
sólo hallamos un silencio destejido
y una silueta de ausencias cansadas de esperar.
¡También a los héroes les falla el corazón!

Con el tiempo nos acostumbraremos a todo a mirar
serenamente más allá del horizonte donde
las olas tejen sus intrigas
sin amarguras buscando el
estremecimiento en la luz diaria, en la piel
arrugada, en los versos compuestos
durante tantos viajes, en los agradecidos ojos
de Ligia una vez rendida su flauta
y en tantos reinos encantados como
la imaginación fue capaz de visitar
mientras la vida va poco a poco
desembocando en el mar de la literatura.

07 enero, 2022

TRENES QUE NO SABEN SOÑAR


En este lugar no hay hombres. Sólo trocitos de paño de colores que alguna vez significaron algo para un inventor mentiroso y falsario.
De vez en cuando un mercancías de vagones herrumbrosos, con las puertas correderas acerrojadas, desfila sonriente ante los cristales sucios de salpicaduras, esculpidos por una lluvia burlona y terrosa.
Pasa, con un bamboleo provocador, como tarareando unos versos sin rima, compuestos kilómetro a kilómetro con retazos de monte, de árbol solitario o apiñado en el abigarramiento de los bosques frondosos; con las llanuras de los castellanos en sus boogies o los escarpados riscos donde se pierden las miradas de los románticos suicidas, con casas negruzcas de antes del diésel, esas fachadas tristonas que parecen un lienzo eternamente castigado por los días plomizos, oscuros, lluviosos de algún invierno imperecedero.
A veces, más que tren, semeja un collage de impresiones coloristas, o un pasaporte abarrotado de fronteras y de pelikan azul. Siempre azul. Otra burla. Como el balasto, resignado hasta la lejanía a dejar de ser piedra. Sólo sustento.
Así no hay forma de que haya hombres.
Las ferias no se inventaron para que las mercancías se pavoneen ante las ventanas enrejadas de la industria textil. Pero, ¿a quién iba a interesarle como atracción unos trocitos de paño de colores sino a los vanidosos trenes de mercancías?
Con todo, me queda el consuelo de que esos inventos mecánicos no saben soñar.
¡Aún!

[Los viajes entretenidos] 13/01/1988

06 enero, 2022

LAMENTO ANTE UN CUADRO DE CECILY BROWN

 

¡Cuánto mejor no sería que tus cuatro

esquinas abrieran sus fauces carnalmente

animales y mordieran mi ojo con saña

poniendo en la retina seductores espontáneos

y ominosos fragmentos carnívoros!

¿DE QUÉ TRATAN LOS POEMAS?

Un poema puede

hacer reír.

¿Y llorar?

¿Puede hacer llorar?

Luis García Montero.


05 enero, 2022

(AUTO)BIOGRAFIA

"O facto de eu existir,
é um argumento sólido
para eu não abdicar".
Miguel Torga: Diário III.



Hubo un tiempo en que era
indiferente no saber
adónde me dirigía.
La dulce aspereza cotidiana
de los caminos
                         de todas partes
traía conformidad occidental.

Pero
¿Qué configura el deseo de los hombres?
¿Qué hace que una vida sea más
de un instante perpetuo?
¿Será necesario acometer una verdadera
e implacable confesión para librarme
de estos narcisistas versos?



Nací en una sierra sin majestad
y en el camino abierto de mis pasos
se fue fraguando el calor de la vida,
la raíz de la humana deambulación
y mi esqueleto.
Mis manos adquirieron
el mismo número de pequeños huesos
de todas las manos y sus acciones estaban
movidas por nervios y tendones similares.

A los siete años atravesaba ya las estaciones
para acudir a la llamada del alfabeto
y una mañana escribí una elegía a mi padre.
Pero ni los trenes, ni los versos, ni
los recuerdos de la infancia y de quienes
la habitaron conmigo han resistido los días
de vientos perdidos.

¡No recuerdo los cumpleaños!
¡No quiero recordar mi cuerpo tumbado
en la hierba prohibida! ¡No recuerdo
si bajo mi cama había una pequeña
serpiente de agua moteada por el sol
u otras tentaciones de la vida voluntaria!
¡No quiero recordar!

Desmadejo el corazón hambriento
y me veo paseando por la ciudad
en un tiempo de absoluta transformación
en la que todos gritan que hay que sacar
los árboles a la calle para que respiren,
que hay que levantar los velos del ojo ignorante,
que hay que desterrar a los que intrigan,
mienten y difaman como literatos de café
para rejuvenecer las artes y el derecho de asociación.

Pero yo aún no advierto los globos y confetis
de la concelebración, ni me interesa
desenmascarar la seriedad de los fingidores.
Aún era el custodio del poder esotérico de la juventud.

¡No recuerdo ningún incendio ardiendo en las lomas!
¡No quiero recordar el color gris de los hospitales!
¡Todos los sueños andaban perdidos,
atrapados en un laberinto de insatisfacción!

Entonces sucedió el primer Milagro:
¡desembarcaron sus ojos y su juventud en mis brazos!
Bastó estar a su lado para recuperar la calma perdida:
las noches eran satisfechas, los días colmados
y todo mi amor no cabía en el espacio
largo de aquellos versos.
En mi renovada anatomía los momentos
se construían con una arquitectura distinta
y ya no hubo para mi otro junio sino aquel
que se quedó escuchando el rumor de nuestros labios.

¡No recuerdo el catálogo de fantasmas que vino bajo tu piel!
¡No quiero recordar las estaciones frías
y los meses cuando los oficios cotidianos me reclamaban
y me impedían dedicarme a ti!

Y llegó la víspera de mi vigésimo quinto aniversario,
llegaron las horas renovadas en el extremo
de un verano vibrante y deseado
y el amor y el diluvio me crecieron bajo los ojos
de la mañana.
                            Vinieron los minutos,
las estaciones, los proyectos y los astros
todos a caer en aquellas diminutas manos de mi hija
y durante años permaneció este segundo
bajo el árbol, el nuestro, sin necesidad
de más palabras.

                  ¡No recuerdo las noches
de pólvora y clarines! ¡No quiero recordar
aquel uniforme y aquellas trincheras
del tedio y del horror!

Días trajeron otros
y antes que el reloj se asomase a la ventana
de la tarde de un invierno humanamente abrigado
llegaron los ojos de Julia y todo el amor
con que el mundo necesita ser regado.

¡No recuerdo cómo trepaban por las venas
los espinos de la inconformidad! ¡ No quiero
recordar los días oscuros en los que la voz
de la poesía enmudeció y yo era apenas
un hombre, un proscrito sin la magia de las palabras!

Sentado en la paciente estación de la espera
vi pasar trenes,
                       añorando una ciudad sin mar,
abrigándome los fines de semana con la cálida
madurez de tu piel.

¡No recuerdo cuántas noches,
mordido por el hambre, esperé que la luna
derramara su palidez por mi ventana!
¡No quiero recordar los semanales viajes
por lo largo y ancho de la geografía de los adjetivos!

¡Y un día el caliente vaho de los naranjos
desapareció! Desapareció el embriagador embrujo
del azahar y encontré al fin el camino que vuelve a casa.
Me instalé en tus labios frutales
E impuse en ellos el amable desorden de mis cosas.
Y tracé los caminos a la serenidad de los días ordinarios.

¡No recuerdo las pequeñas tristezas de la salud!
¡No quiero recordar las grietas de la infancia apacible!
¡Tú siempre estarás allí, a mi puerta, mostrando
en las palmas ensangrentadas la ofrenda del dolor
y la niñez arrebatada y en el grito de los ojos
nuevas y punzantes soledades!

Fueron largos los días, infatigables,
y quiero
recordar ahora que en mañanas como esta era feliz,
sencillo y dichoso en la cercanía de nuestra casa;
como también quiero
recordar el regreso a la noche
de los nombres rasgados.

¡Heme aquí
digerido por más años,
sin filiación política definida,
derribando los tapiados ventanales
para rescatar las palabras malogradas!
¡Huelen a lo lejos barricadas nuevas
y yo quiero estar en ellas!
¡Tal vez en la lucha el hombre
vuelva a ser poeta!


Santander (Cabo de Oyambre) 20.08.2004



04 enero, 2022

¡LOS DEMOSTRATIVOS QUE PERMANECEN... O NO!

 

N

o tengo ni una vasta cultura vivencial, ni una amplia sabiduría libresca. Pero, ¿acaso hace falta llenar las páginas de referencias, de lugares (comunes o propios) para desarrollar la –diría casi única- actividad que verdaderamente me gusta?

Evidentemente puedo llegar a echarlas de menos, sobre todo cuando al entreverme por la ambientación o descripción de entornos de algún relato me salgo de la memoria confusa y penetro en los intrincados laberintos de la imaginación. Es entonces cuando necesitaría revolver los anaqueles polvorientos en busca de cimientos para eso que llaman verosimilitud.

Dejando aparte la cuestión de si existe o no dicha verosimilitud, de si –de existir- se halla en estado puro o es pura aleación, ¿realmente es necesario introducir algo de verdad entre las líneas?

Recuerdo que al principio de empezar a escribir me costaba enormemente disfrazar los nombres reales con nombres que, al principio, no dicen nada, pero que luego pasarán a ser los Nombres de personajes hechos de mitades, de infinitas teselas, como aquel monstruo.

Superada esa fase, el collage se hizo más fácil. ¿Qué pensaría mi madre si leyese algunos de los relatos de Arraya? ¿Su mediatización le haría negar rotundamente, mirarme perpleja y decir, talvez, “Esto no es así”?

¿Pero qué importa si para ella no fue así?

Ahora ya es de este modo, o de cualquier otro, porque “Esto” no es estable, como tampoco lo es “aquello”. Así son los demostrativos, inestables.

Y debido a esa condición de inestabilidad he de proponerme no corregir tanto, no utilizar tantos borradores, llamadas, envíos arriba y abajo porque, seguramente, al final, acabaré yo también exclamando “¡Esto no es así!”

De todas formas mi madre lee poco o al menos no a mí.

[Los viajes entretenidosSalamanca, 22/04/1988

03 enero, 2022

ALAMBIQUE DE ENIGMAS

 

Una noche de invierno destilando

discursos al amanecer encontré palabras

madrugadoras como los buenos días;

palabras moderadas, incapaces de herir

o de poseer un libro por completo;

palabras verdes y oscuras como tus ojos,

como las hojas verdes de los

magnolios que tanto adoras;

palabras fieles que responden a la primera llamada

como acuden las palomas a tus manos

y a los almendros;

            palabras

gelatina que se estremecen

cuando las toca tu lengua cándida;

palabras oscuras como las noches

irrecobrables cuando el olvido

derrama sobre ellas su complacencia;

pirotécnicas palabras que arden

sobre los pináculos de la catedral

ofreciendo etéreas palmas a los estorninos

y cigüeñas;

            palabras remolino

que engullen todo cuanto gira

en su círculo;

            palabras que invaden

países y las arenas del desierto;

trágicas, conmovedoras palabras tardías

expulsadas de los banquetes y de los diccionarios;

palabras siempre por venir y palabras

que ya no volverán, raptadas

por el viento y su ignominia.

 

Pero no hallé

la

            PALABRA

perfecta para hablar de ti,

para decirte y hacerte

en un solo poema

carne oral de los Milagros,

amor, patria, casa donde todo

se salva.

 

            Cuando las palabras

se apagan en la noche,

no quiero otra cosa que la alquitara

de tu piel alambicando mi oficio

para, en una breve libación,

sorber el eco arrebatado

de tantos encuentros,

sin palabras.

02 enero, 2022

UN DÍA DESPUÉS, 24 DE FEBRERO

  

E

scucha! Voy a contarte que he visto por las calles hombres uniformados y oído rumores en las aulas. Pero todavía es un secreto que no sé si ha de interesarte. A lo mejor sí, y, como a mí, hasta te da miedo y escapas por alguna frontera con una radio pegada a la oreja. Si eres de esos, te aconsejo que antes borres de las paredes las pintadas de tu último amor, porque también me han contado que a los señores de bigote que anteponen el “se” al imperativo de sentarse no les gustan los que publican impunemente, con nocturnidad y alevosía, sus inclinaciones platónicas.

[Los viajes entretenidos] Badajoz, 24/02/1988