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17 diciembre, 2021

EL VÉRTICE DE LA MIRADA

  

E

l ojo es fugaz. Pasa sobre las cosas como el desdén por los recónditos deseos inalcanzables y sufre la demora como un miedo subterráneo y trémulo, padeciendo la tiranía de las manos.

Las manos son dos garras estúpidas aferradas al círculo vicioso de la fuerza centrífuga, empeñadas en que la línea recta es el camino más seguro desde el inicio hasta el final del viaje.

Y así, entre las obsesiones, miedos, prisas y dinámica elemental, el mundo es una sucesión ignorada de manchas de casas, de sombras de árboles, de esqueletos de gentes, que se asoman curiosos al vértice de la mirada y desaparecen en una ignorancia tácita y a veces premeditada.

Toparse con la realidad está prohibido, o al menos no es aconsejable (ni por las normas de circulación, ni por la fragilidad de la carne). Pero, de ser inevitable, es aconsejable mostrarse cortés, no ser rudo, darle conversación (sobre el tiempo, la última película, el debate sobre el Estado de la Nación o cualquiera de las mil cosas que interesan a una realidad intrusa). Y, sobre todo, ser anfitrión modélico, de esos que incluso en aras de la hospitalidad están dispuestos a ofrendar sus despensas, sus casas, sus hijas, sus mujeres y la colección de sellos heredada en la infancia.

¿Por qué le gustarán tanto a la realidad las colecciones de sellos?

[Los viajes entretenidos]

Badajoz, 13/02/1989

16 diciembre, 2021

ELVAS

  

E

l conductor piensa que el intercambio de las princesas de 1727 es un símil poco afortunado a la hora de coger una caja de leche o un paquete de azúcar, o una cajita de palillos, que también es más barata en escudos. Pero como aún no le preocupa ni la economía ni las buenas o malas metáforas, prefiere dejar el coche y pensar en Bárbara B. o en Marianita V. hablando en sus cartas a Isabel de F. de su aburrimiento, de sus menstruaciones y de lo mucho que era amada por su príncipe azul del Brasil. Resulta sorprendente su candidez en contraste con el papel desempeñado en la vida portuguesa de la segunda mitad del siglo. Pero el conductor se niega a hablar de estas cosas, porque siente un gran respeto por la locura y sus adeptos. Prefiere hacer una apología del trueque, que es una cosa tan sencilla como yo te doy y tú me das y de mutuo acuerdo nos engañamos, pero poquito. Me pregunto si Bárbara B. o Marianita V. tuvieron en algún momento a orillas del Caia complejo de mercancía. Probablemente no, porque todo fue muy bonito, con música, luminarias y fuegos de artificio, arcos triunfales a su paso y otros divertimientos sin fin; porque hasta un trueque de princesas hay que mojarlo y regocijarse con el buen negocio.

Bárbara B. debía ser el coche a estrenar que el conductor viajero nunca hasta ahora ha podido disfrutar, aunque no pierde la esperanza. Pero Marianita V. era perfecta para el regateo, sobre todo porque el rey de Francia de los romances primero dijo que sí, que era una novia muy requetebonita, pero después vino la pelotera y te devuelvo a tus papás por una rabieta y una piel norteña menos castigada por los rigores del clima ibérico. Afortunadamente a los príncipes azules aún no se les había planteado la cuestión, el delicado quid de las primeras y segundas manos. Aunque claro, en honor de la historia y de la limpieza de intenciones de los productos reales, el conductor debe retractarse y decir que los autoservicios no existían en aquella época y que, por tanto, como mucho, el producto podía ser calibrado en algún juego del escondite o en algún momo desenfadado. ¡Candoroso lo de los momos! ¿O debería decir carnaval? ¡Lo mismo da! A nuestro amigo tampoco le preocupan los anacronismos, sobre todo cuando siente admiración por lo vetusto y se extasía ante una muralla o el relato de un cronicón.

[Los viajes entretenidos]

Badajoz

15 diciembre, 2021

EL AGUA Y SUS REMOLINOS

  

V

iendo engordar el río desde los ventanales entre el cigarro y los diez minutos de descanso y percibir en todos la exhalación, el asombro, el “que yo recuerde nunca antes de este modo” con el temor de que la ropa quede estrecha y se desborden las gorduras por las ingles de las Moreras…

De un momento a otro puede cruzar bajo los puentes el codo de aquel furtivo anunciado por la vidente. Resulta curioso como la desgracia es capaz de querer creer en adivinos, de convencerse de su utilidad. Pero el observador, que en realidad es el mismo que el que conduce, o el viajero que no quiere utilizar porque suena a otro, duda de la capacidad de los videntes cuando el agua es barro, un marrón opaco celoso de sus fondos. Pero tampoco quiere pensar en la fragilidad de la piel y lo que puede el agua y sus remolinos, las ramas astilladas y sus filos como picas, las piedras duras. Sólo disfrutar sacrificando al río unos instantes de pasmo. La historia dice que en lo más rural aún el miedo viene en forma de tricornio y más allá Antonio grita que a él cuando lo del hambre y los diez años, unas naranjas así le costaron una tunda soberana y después formula una ecuación en la que familia es igual a guardia civil y de la suma de todos los factores resulta un hijo de puta. ¡Y todo por dos quilos de café! Consuelito y sus paranoias dice que no, que eso ya no se da. La irresponsabilidad, la irreflexión que no entiende de dinámica elemental ni de caza. Para ella la culpa es de los cotos. Hay demasiados. En Extremadura siempre se ha cazado. Todo el mundo caza, aún sin hambre, por el gustillo de lo prohibido. Pero eso de los cotos es cosa de ricos y llevarle la contraria a los ricos es también un cosquilleo agradable.

Y así va el observador estableciendo extrañas asociaciones entre conejos, naranjas y café y hace un menú algo extraño que tiene un sabor algo amargo y húmedo, como la tragedia de los ahogados. 

[Los Viajes Entretenidos]

Badajoz

14/12/1989

14 diciembre, 2021

LOS ELEFANTES EN EL LAGRIMAL

 

E

l conductor también es padre y tiene unan hija que cumple y supera todos los tópicos de las cegueras paternales. Pero no le importa reconocerlo. Una de las cosas de las que es consciente es de su desorbitada sensibilidad. Porque cuando el conductor llega al listón de la emotividad, no salta, se detiene unos instantes y entonces se le desbordan unas lagrimitas pequeñas y dulces. En otros tiempos era más vergonzoso: se frotaba repentinamente los ojos para enrojecerlos y culpaba a las inocentes motas de polvo, a una pestaña descuidada o atrevida, al humo familiar de un cigarrillo… Después vino aquello de la toma de conciencia, de la aceptación tal cual, porque ya nunca sería de otro modo. Y con ella la confianza (no con todos, claro – con otros muchos las motitas, las pestañas y el humo continúan siendo unos buenos aliados, aunque no sé si convincentes). Hasta resultaba simpático eso de “los elefantes” trompeteando por los diminutos lagrimales. El conductor se pregunta muchas veces el porqué de no con todos. Pero también le gusta tener intimidad y no darse totalmente. Así que no le preocupa encontrar una respuesta o la que tiene sirve perfectamente a sus intenciones.

12 diciembre, 2021

Reflexión sin detalles sobre un batacazo a media noche

 

E

sta noche estoy rabiosamente despierto. He apretado con ternura protectora tu cuerpecito temblón contra mi pecho y se me han saltado dos lágrimas como dos elefantes que me han resbalado por el apelativo de padre velador de tu sueño.

El golpe, la alarma, la carrera, el descubrimiento, el susto… sólo es una nimiedad que va a aplacarse con unos susurros y un beso en la nuca. Al final vuelves a sumirte en el sueño y esta caída de la cama pasará al pequeño conjunto de cosas a olvidar, de cosas que dentro de unos años, cuando pretendas tener conciencia de un yo memorizado y con prehistoria onírica, danzarán en el fondo de tu obstinación por retroceder cada vez más en el tiempo, de ser más antigua.

¡Lástima!

¡Lástima que ese conocimiento, esa comunión uterina del mundo se quede en nada! ¡Lástima también que después de esos primeros nueve meses, luego, los (¿dos, tres o más?) años siguientes estén destinados a perdurar sólo en un lazo de afectos entre tú y Ella, tú y yo, tú y ciertos objetos inevitables! Quizá la fotografía, y el cine (¡Quién sabe cuántas cosas más!) se inventaron para suplir ese agujero negro de los primeros tiempos. Gracias a ellos un día podrás verte con un orinal en la cabeza, comiendo tu primera papilla sola, posando por primera vez; y oírte cantar fragmentos de canciones junto a la voz solícita e insistente de mamá, esa voz orgullosa, sabedora de que está atesorando una reliquia más para mañana, cuando también nos sea difícil pensarte como ahora.

Y así, volviendo siempre el recuerdo atrás, uno se da cuenta de que hay otras lagunas, de que el ayer mismo está roído en sus más elementales cimientos y que lo que hay dentro de la caja es el paupérrimo tesoro, los restos de antiguas glorias.

¿Y qué hacer?

¡Nada!

Esperar que te caigas otra noche de la cama, perder el sueño en el susto tiritante de tu llanto y anotar en cualquier papel que tengas a mano cosas como “papá, papito, pai, guaro, no schupes, mimeao toda”, para que algún día no nos desesperemos arrancándonos de los labios algunos horribles y manidos “¿recuerdas?

Salamanca - 23/04/1988