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23 julio, 2022

 

Las palabras no son carne.

Sus sílabas no son amor.

Escucha mis letras

limpias de huesos y espinas

escritas solamente con vocales

de animal acorralado.

 

¿Quieres mayor estremecimiento?

 

Para un instante y bebe

el fulgor inconfundible

de las noches que muerden

y duelen.

 

10.10.2004

Salamanca

22 julio, 2022

 

J

 

Encendamos amor

otra vela familiar

allá donde la prisa

no pueda mirar los geranios

de la noche

y entre dos cuerpos desnudos

nos sorprenderá los labios el alba

devorando proyectos y mordiendo verbos por inventar

porque somos germen de otro rito

y entre los ojos y mañana no hay hierros

que nos nazcan ni otra lluvia para el barro

que esta cereza cristalina

ni otra lágrima que la lenta

cera de los faros permanentes.

24/01/1983

Salamanca

[Abecedario incompleto]

21 julio, 2022

 Esta mañana he esperado en vano las voces

que al amanecer me han visitado los últimos días.

Tampoco hubo estremecimiento en nuestro

habitual paseo frente al mar.

            Ahora, mientras los ojos

suspiran y la tarde parece un roble

plantado en un invierno granítico y deshojado

he sentido la tentación,

            por un momento,

de añorar la violenta luz del sur

y las perfumadas sombras de la infancia.

 

Si volviera a tener un patio, tendría en él

un manzano de hojas perennes y vería

madurar sus frutos codiciados;

            pondría

a la hora del almuerzo, sobre la áspera

mesa familiar, la ternura callada y bajo

las sábanas calientes, mientras fuera se oyese

el monótono monólogo de la lluvia, todas las cartas

desapacibles que nunca escribiré.

            Pero

yo nunca tuve un manzano

al que responsabilizar de mis pecados.

El único árbol de mi infancia

era una morera que ensuciaba

con sus frutos los peldaños

de una vida aún no domesticada.

 

No sé

si en algún rincón

de la piel me queda

un dolor sin fosilizar,

amargamente

humano,

pero no quiero

árboles u otros

paisajes inocentes

para justificar

esta estremecedora deriva.

 

Salamanca

19.09.04

20 julio, 2022

 Con piel, con palabras,

con sudor y espirales

y un libro de olas

construiré tu regreso,

desafiando la lluvia

que sorprende los cristales

con distancia y silencio.

 

Rompiendo en la noche

contra una legión de sombras

abro todas las puertas

para dar libertad

a mis manos acorraladas

y abrazarte en los umbrales

venida de lejos

como un caballo de nieve

para vestirme los labios

de relámpagos y promesas.

 

Aún estoy despierto,

ofreciendo los ojos

al círculo del alba,

inmolando las horas

en tu nombre y en tu pecho,

convertido a tu saludo,

persiguiendo gaviotas

para alfombrarlas en tu sonrisa

y alzar de la noche

una marea de contactos.

 

Para bautizar la tierra

invoqué los metales

rasgando tu vientre

y tú cruzaste a nado

mi esqueleto de hierro,

dejándote la piel

prendida en mis espinas,

despreciando su frío,

sin importarte el dolor,

arañando la muerte

para vivir un instante,

colgando de mi boca

y desterrar ese niño

que me roba la voz.

 

Mi adorable sensible:

ya casi no queda espacio

en el que te sienta lejos.

Los caminos se han llenado

de ti, de tus besos,

de tu cabellera

y mi huella los recorre

en esta noche de insomnio.

19 julio, 2022

 



«Ya no tienen viento

las noches bajo el mar».

J.A. Gago.

Ten. Para ti la luna

única y siempre.

Persíguela con los labios

hasta vestirla de pinar.

 

Y desciendo veloz

al pacto de la noche:

ese donde no hay sosiego

para los ramajes marinos.

 

Ten. Para ti el mar,

estos besos de azul y roca,

esa niñez de barco

y los peces y la arena

y mil otras tardes.

Llévalos todos a tu piel,

siémbralos de versos

y siénteme cerca y tuya,

despierta en las sombras,

colgando de ti

como un farol de almendras.

 

Respirando tu pelo

eres onda y profunda.

 

Dilatando tu contorno

entre agujas silenciosas

mi cuerpo te recibe

bajo el signo del otoño

llovido desde arriba

como un aguacero,

desde abajo florido,

aferrado a la tierra

con los pies desnudos,

gritando la luz,

sonriendo feliz

al vuelo de las sombras.

 

Te descubro amarilla

y cristal sonoro.

Hiriéndote los labios

con una fogata gris

deposito en tus manos

una hoja seca

que tu piel pueda respirar,

que reverdece y se ilumina

como una esmeralda roja

ceñida a tu contorno.

 

Un mirlo en tus labios

desmiente la distancia y el tiempo

y me siento segura

en tu totalidad,

menguando sin tu risa,

creciendo con tu tacto.

 

Subo hasta la piedra

de tu vientre sereno

para besar el fruto

de ocho días de sueños,

para espantar los cuchillos

que puedan herirte

el alba incolora.

 

Tú haces de esta nada

una mano de hiedra

secreta y pura

para que deposite en tu pecho

el viento y la lluvia.

 

Toma mi mano,

casi puedo sentirte,

y aférrate a la noche

en el perfume de los espejos,

con las garras del amor

acariciando mi nombre

puedes arrastrar para mí

surgiendo de la niebla

la claridad de los continentes

para esperar la brisa sureña,

quemarme la pupila,

los ojos vidriados

con valles y montañas

rompiendo el gris del cielo

sin que pierda el rumbo

en el arco iris quemante

de tus tres plurales.

Me elevo sobre tu arcilla

y gaviota sobre ti

vestida de amapolas

llego al horizonte,

los alfabetos del aire,

donde duermen las estrellas

y susurro a tu metal,

tal vez me equivoque,

mi cabellera fundida

y no sea este tu altar

con los mármoles en flor,

pero es tu contorno,

todo ha de sorprenderme,

tu perfil de constancia

en un rito de espirales,

el que habita mi piel

renaciendo en tu origen,

el que comparte las ráfagas,

llenas las manos de ti,

de metal y dispara

como si fuera tu tacto

la noche hacia los brazos del Tajo.

 

Lisboa frecuente,

vuelvo a la lluvia compartida,

Barrio Alto mirador

para dejar que me bautices

Alfama desnuda

y sumirme en tu llanto

Tajo rebelde

para florecer con tus hojas

te incendio otra noche

aferrado a tu cintura,

extendiendo las manos

para encontrarte despierto

y recibirte al alba

con los labios escarchados,

porque está bajo esta sábana tu pronombre,

una gaviota de seda

que persigue la luna

a la que entrego el mar

y los signos del futuro.

18 julio, 2022

 Oro,

            la lluvia es un abrazo de tul candeal.

Nueva

            que con el viento visita tu ventana.

Tiempo

            para colmar de flores tu pupila.

Explosión

            y expande en aguacero tu piel.

Fruto

            con otro labio personalmente tuyo.

 

                                   Dame oro de tus manos,

                                   dame tiempo, esperanza y veleros

                                   y brindemos el fruto

                                                                                  mi dinastía

                                                                                  y otro ayer

                                   a los dioses de la lechuza,

                                   raros en el cristal

                                   o mi nombre bajo su boca.

17 julio, 2022

 Deja que te siembre

de cerros y amapolas

y hacer de tus lunas

una espiral hacia arriba,

hacia donde te crecen

las floridas manos

hacia las espinas lácteas

de tu afán resistible.

Erosivo me mudo a tu piel.

Hecho de cristal

                                   leído

en las luminarias de la noche

despido el ensueño vaporoso

y jarreo los plurales

con la celda vespertina

de una melancólica ausencia

llena de iris abiertos,

llena de estrías y lluvia,

llena de lejos en la cercanía.

No hay parcos en estas ventanas:

es el brillo generoso

de los ambidiestros espejos,

ese imán que no arrastra,

que besa de limón

y susurra el otra vez:

¡Cómo te siento venir

cuando te pronuncio

y ensombrecerte y estrellarte

cuando te eclipso los labios!