Sueñas aunque no puedes
recordarlo con aquel tuno
descubriendo París lejos aún
de la perversidad del mundo
y de esta decidida burbuja
en que te has envuelto.
Quizá todos nos preguntemos
por qué puentes paseará
tu capa salmantina
cuando cierras los ojos;
qué acordeones te acompañarán
sur le ciel de una
literatura amansada
por tu tenacidad;
o qué mujeres de corazón
destrozado te esperan
en cualquier esquina
de Montmartre o de un fin
de semana cualquiera.
No importa que seas
apenas el espectro y tu sombra
o que hayas desgastado
los zapatos por versos desbocados
y que descalzo vuelvas a Paris,
a los rigores extremeños
o la neblina del Cantábrico.
Al final del Camino
allí estaremos todos
sonriendo con los brazos
abiertos.