Hoy sé
que entregar el cuerpo a la lluvia
es envenenar los pozos de agua clara
para que el canto de la tierra
amamante cicatrices de oliva
que ese olor a muerte fresca
no viene entre los ramajes
que lo llevo dentro, profundo
aferrado a los huesos
y soñando con crecer.
¡Cuántas raíces tiene la ignorancia
y hubo de crecerme en la piel
un sauce sin cimientos!
¡Cuántos pasados tienen las estrellas
y ha de brillar una guerrilla en la noche
para que los relojes crucen a nado