Todas las mañanas el fuego
era los buenos días de la piel
ausente
y entre las cenizas y el humo
brillaba el oro y la alegría
de poder correr al agua
para baldear las fronteras de
la expresión.
"La facilidad que tenemos de manipularnos a nosotros mismos para que no se tambaleen lo más mínimo los cimientos de nuestras creencias es un fenómeno fascinante". MURIEL BARBERY: La elegancia del erizo. Seix Barral, p. 117.
Todas las mañanas el fuego
era los buenos días de la piel
ausente
y entre las cenizas y el humo
brillaba el oro y la alegría
de poder correr al agua
para baldear las fronteras de
la expresión.
Te me has
vuelto a escapar
persiguiendo el aroma de mi padre,
sabiendo que también la muerte
estuvo en este sueño
para devolverte ladrando lágrimas
al cáñamo pétreo
que me adorna la sangre.
Debí haber escrito estas lágrimas
en ese Jardo
distante,
de labios acodados
sobre el Coa
y mirándote pasar sin
perderte.
Pero aún tienes la
voz mojada
y tras esta ventana
no hay gritos que me
duerman.
Para Julia Ferreira
Usa mis zapatos
y ve
desde mi casa
a un Manaus lluvioso
una tarde de mayo
o a Alaska donde nunca
estuve
oyendo a Lou reed.
Se apenas un
invitado a la vida
y paso a paso
huye
del inventario
de mujeres dolidas.
Y cuando regreses
los días se habrán llenado
de pequeños actos inocuos.
¿Y el día
que te llevaron
a jugar con los peces
reñían las piedras
por abrazarte?
Yo te hubiera
mordido los ojos
para que la palabra y las escamas
no te hirieran
la imagen de este ritual.
El acoso, la tortura,
la herida, la violación,
el asesinato pasean
como bárbaros democratizados
en este atardecer impune.
Hombres semiborrados y anónimos
bajo sus sombreros de copa,
mujeres de cuerpos desamparados
en tiempos de paz sangran
una palabra en silencio, in-
animado.
Para
quienes
hemos nacido al calor del fuego
en un escaño de aldea, este
Boulevard
concurrido exhala inquietantes