Todas las mañanas el fuego
era los buenos días de la piel
ausente
y entre las cenizas y el humo
brillaba el oro y la alegría
de poder correr al agua
para baldear las fronteras de
la expresión.
"La facilidad que tenemos de manipularnos a nosotros mismos para que no se tambaleen lo más mínimo los cimientos de nuestras creencias es un fenómeno fascinante". MURIEL BARBERY: La elegancia del erizo. Seix Barral, p. 117.
Todas las mañanas el fuego
era los buenos días de la piel
ausente
y entre las cenizas y el humo
brillaba el oro y la alegría
de poder correr al agua
para baldear las fronteras de
la expresión.
Te me has
vuelto a escapar
persiguiendo el aroma de mi padre,
sabiendo que también la muerte
estuvo en este sueño
para devolverte ladrando lágrimas
al cáñamo pétreo
que me adorna la sangre.
Perdóname el silencio
que últimamente te he dedicado.
Sé que no es disculpa esta
herida abierta
en el costado anterior o los
trenes
que a diario pasan sin detenerse
como otras muchas mentiras
prefabricadas.
Mis
viajes han
sido todos un regreso
al principio, un recreo
de la memoria, una
resignación a la soledad
de mis noches necesitadas de
afectos
y carne.
¡Regreso
de un efímero Olimpo!
No me trae
el destino, no me empuja
la grandeza despiadada de los
dioses,
ni siquiera la hermosura de Su
canto
de prodigiosa Penélope
tejiendo y destejiendo los
rutinarios tapices. Tampoco es
una nueva tentación, no.
Es el mundo
lleno de sevicias
encapuchadas, esta lluvia
de gotas de realidad de sangre,
los reproches de los muertos in-
tranquilos con su fermento de
visiones nuevas, estos rituales
de la vulneración y el grito
en directo.
No quiero más repartirme
en un equilibrio de naranjos
y palmeras. Quiero trazar el
mapa
de un territorio profundo, sin
enemigos, sin impunidad.
No quiero observar
la noche urbana desde el otro
lado de la vida, ser apenas un
espectador.
Quiero rescatar
el alma del prisionero,
devolverle su conciencia
juntamente con todos los jirones
de carne hostigada.
¡No me ofrezco en vocablos
maternos para comulgar todos los
días!
No quiero ser un hombre de
frontera
sellando sus pasaportes y su
cartilla
de refugiados.
Quiero
escudriñar
su desnudez de todo, su hambre
de
hambre verdadera. Quiero ser
vencido
por la desesperación y en sus
brazos
hallar el consuelo y la
inocencia democrática.
No quiero que la vejez
temprana nos tome por asalto
con sus emponzoñados regalos
y en las podredumbres exquisitas
de un pasado que no viví
naufragar en la nostalgia.
Quiero la fecundidad de su
paternidad
llenando mis versos y el mundo
de hombres y mujeres soñándose
adultos
y anónimos protagonistas de sus
vidas,
sin un átomo de tristeza,
vencedores finalmente
de los demonios del rencor.
Si mueres
no sobreviviré a tu muerte. Si partes
partiré
contigo, detrás de ti, durante
toda tu huida me tendrás
como compañía, con el
alma acorazada
contra el desaliento
inevitable resisto
hasta en ti acabarme y después
de ti continuarme y más allá
de nosotros inmolarnos
una tarde de diciembre
cuando las golondrinas esperan
Debí haber escrito estas lágrimas
en ese Jardo
distante,
de labios acodados
sobre el Coa
y mirándote pasar sin
perderte.
Pero aún tienes la
voz mojada
y tras esta ventana
no hay gritos que me
duerman.
Para Julia Ferreira
Usa mis zapatos
y ve
desde mi casa
a un Manaus lluvioso
una tarde de mayo
o a Alaska donde nunca
estuve
oyendo a Lou reed.
Se apenas un
invitado a la vida
y paso a paso
huye
del inventario
de mujeres dolidas.
Y cuando regreses
los días se habrán llenado
de pequeños actos inocuos.
¿Y el día
que te llevaron
a jugar con los peces
reñían las piedras
por abrazarte?
Yo te hubiera
mordido los ojos
para que la palabra y las escamas
no te hirieran
la imagen de este ritual.
El acoso, la tortura,
la herida, la violación,
el asesinato pasean
como bárbaros democratizados
en este atardecer impune.
Hombres semiborrados y anónimos
bajo sus sombreros de copa,
mujeres de cuerpos desamparados
en tiempos de paz sangran
una palabra en silencio, in-
animado.
Para
quienes
hemos nacido al calor del fuego
en un escaño de aldea, este
Boulevard
concurrido exhala inquietantes