Devoré esta noche
tus fragmentos
y en algún instante
me visitó el ángel de las lágrimas.
Al amanecer volví
a sentarme a tu mesa.
Bebí apenas
los manjares de tu carne licuada
y a cada sorbo
hube de levantar los ojos
como tórtola que bebe
"La facilidad que tenemos de manipularnos a nosotros mismos para que no se tambaleen lo más mínimo los cimientos de nuestras creencias es un fenómeno fascinante". MURIEL BARBERY: La elegancia del erizo. Seix Barral, p. 117.
Devoré esta noche
tus fragmentos
y en algún instante
me visitó el ángel de las lágrimas.
Al amanecer volví
a sentarme a tu mesa.
Bebí apenas
los manjares de tu carne licuada
y a cada sorbo
hube de levantar los ojos
como tórtola que bebe
“Me moriré en París, con aguacero,
Un día del cual tengo ya el recuerdo”.
nunca imaginaste
en tus fotografías
como aquel poeta
peruano
en sus versos
morir
de frío
en 2021
en una acera
de París.
Tampoco llovía
tampoco era jueves
ni otoño
sino un
miércoles
anodino.
Mejor no desear
poéticas profecías
porque al final
el oráculo
apenas acertará
en que vas a morir
solo
en esta tierra
que ya ha perdido
el juicio y casi todo
especialmente
los sentimientos.
Araña
la ola
la piedra
roca o arenisca
de mar y agua y mar
con una insistencia
de monótonas crueldades.
Absorto dibujo
itinerarios de espuma
en un mar
azul y navegable,
sin barcos, ni sueños,
sin compañía.
Y bate en el mar una
ola y ciento de mar
terco mientras
se aproxima el horizonte.
Déjame entrar en ti
sin santo y seña,
sin arietes asediar
tu puerta, amarte
así, desvendado
de atabales y fanfarrias,
desnudo en las aguas
de tu río, como hijo
pródigo que regresa
aguas arriba, a la madre
que nunca quiso
ser ciudad.
Déjame así desear
permanecer y a la vez
estar viajando redondo
y eterno por tus vías plateadas.
Déjame absorto bajo los
naranjos y palmeras,
deleitado en la herida perfecta
que rasga la piel de tu hechizo.
Es domingo y quiero
en esta ternura fatigada
morder tu corazón, allí
El mundo está triste desde ayer
o desde marzo y a ti te sobran ocho
Ya sé que los héroes nunca hablan
en las epopeyas de sus artrosis o de sus jaquecas
A mi Padre
“Más a lo lejos el horizonte vive de sus enigmas”
Mario Benedetti.
Una tarde de agosto fabriqué un barco
de papel como se fabrica un recuerdo
y luego lo lanzamos al estanque detenido
de las utopías.
En él navegaban
tierras remotas aún por descubrir sin
arquitecturas ni huellas reconocibles
mujeres de labios gruesos que desearías
arrodilladas sumisas ante ti desnudas
aves del paraíso expulsadas de algún sueño
frutal.
¡Sobraban los alimentos!
Hubieras podido circundar el orbe
sin necesidad de apostar a ningún corazón
sin sentir sed sin desear decir
las sílabas de tu nombre a nadie
que no fueran las olas el viento
el rumor de un único deseo.
Hubiéramos podido juntos combatir
en Troya o cruzar el Rubicón embravecido
coronar el secreto del Panteón
o ladrillo a ladrillo erigir
una vía láctea y su biografía
en una gran manzana poblada
de rascacielos
o cultivando la tierra
saborear apenas una cereza a la sombra
de su árbol en una siesta duradera
mecidos por la ignorancia sin
otras necesidades que el concierto
de las calandrias o el rumor del agua
por entre los maizales una mañana
de verano caluroso eterno.
Entonces
le hiciste un quiebro a la muerte
en una curva que sólo las linotipias envejecidas
de mi primera lengua
recuerdan y de repente dejé
de interesarme por la papiroflexia
y por las cerezas.
Mudé
mi nombre a un lugar fronterizo
donde fui conquistado no demasiado lejos
de mi patria sin mí a la deriva.
Nadie derribó las antiguas estatuas
nadie borró los papiros y sus secretos de infancia
no hubo incendios que asolaran
la identidad de los zaguanes y los límites
del vocabulario nadie quemó los altares
de los dioses menores.
Fue apenas
una mudanza con todos los muebles
con sus esperanzas y sueños
pequeños proyectos que vinieron
con los hábitos y los años
algunos con sus frustraciones en el equipaje
y pequeñas grietas en las fotografías
como si el tiempo se empeñara
en desgajar de los retratos de
familia un primo lejano
o una hermana sepultada
en un Manaus mítico
girando eternamente sobre el Ecuador.
Voy a cumplir cincuenta y dos años
tengo dos nada poéticas
hernias de disco y una rotura
de menisco con una rima dolorosa.
Ya sé que los héroes nunca
hablan en las epopeyas de sus
artrosis o de sus jaquecas
pero ¿por qué había de ser menos
épica una lumbalgia que un
desgarro en el corazón?
Tal vez pueda daros
una respuesta cuando por fin
llegue al horizonte y
descifre sus enigmas.
Inacabable
la música compleja
de tus silencios.