Fustigas los primeros versos
para que
el poema rezume
emoción
como las nalgas
de una
adolescente o sus tibios
muslos y
cuando por fin
una
vocal redonda o dos
se
sonrojan a punto de
llegar a
la rima
culminante
por excelencia,
las
sombras
que te
anidan en los párpados
dibujan
una vida
hecha de
indiferencias,
sin
perversas inclinaciones,
sin repugnancia.
Aún así
tienes
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