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09 julio, 2022

 Vuelvo a salir de mi piel

a remontarme a los picos más altos

a extender la pupila

hacia los horizontes de mi ser.

Allí abajo queda la soledad

todo lo que me falta

una escasa moneda de llanto

y algún que otro canario envejecido.

Y es que Hélder es un cuerpo

demasiado pequeño diminuto

para contener tantas ilusiones.

Si os fijáis en sus manos

en sus ojos en cada célula

veréis desbordarse el tiempo

como un regalo de la lluvia.

 

Él me entrega a los brazos de la noche

y regala mis caricias

como si todas fueran suyas

sin saber que sólo soy su huésped

que habito en él fugazmente

que transito hacia los trigales

poblados de amapolas

que a escondidas le rehúyo

y poco a poco sustraigo a su contorno

mi equipaje y mis sonrisas.

 

Su perfil de barro amargo

no puede entenderme, no puede comprender

que haya calor en otros brazos

que haya otros labios que me alimenten

y otro cuerpo que me reciba.

Su perfil... es su arista

la que me empuja hacia la tarde

la que me acerca a mi nacimiento

y me acuna contra otro perfil más suave.

Sus manos... es su tacto estrellado

el que me traslada, el que me injerta

en otras ramas más bajas

y me hace florecer, reventar

por los siete cardinales

como una burbuja de luz

otra vez presa en los espejos

en los cristales de la mujer.

 

Y ahora que en él

no queda nada mío

que todo lo ha entregado

me duele verlo siempre solo

repleto de recuerdos

y sobre las espaldas

la órbita de mi felicidad.

Ahora que nada nos une

descubro que aún me quedan

lágrimas y frutos mojados

para regalarle un pentagrama

silencioso de compasión.

 

Para ti, cuerpo solitario,

es este filo de rosales,

para ti sus pétalos,

para ti la paz

                       la nada

                                   el silencio

                                               la muerte

                                                          y

                                                                      yo.

08 julio, 2022

 Ahora que he descubierto

que más allá también hay vida

es tu mano la que muere un poco

es tu tacto de hierro posesivo

el que se sumerge en la niebla.

Sé que hay otros ojos en Lisboa.

He aprendido que mis ramas

han de esparcirse por el barro

y no ser sólo espejo del azul

del cielo distante de tus labios.

 

Ya me habita el frío

ya se esparce por las aristas

de mi patria y pregona

los signos de un invierno

vuelto a la dejadez del papel.

Serás entre semana

un sorpresivo aguacero

de versos y ortigas

que ha de dejar en mi piel

la lectura de lo diario

y las cicatrices de ayer.

07 julio, 2022

 Siempre estaremos solos

entre estas cepas

de humanos brazos

sujetos a la vejación

de los himnos de su voz.

Siempre estaremos despiertos

entre la ilusión y la mentira

porque el sueño de las estatuas

no será nunca un rayo de luz,

no reconocerá el vértigo

de su paso, la velocidad

ilustre de cualquier aserto.

 

No ha nacido el hombre

para mí, para mis ojos

abocados a la soledad.

No ha nacido para mis manos

solitarias y bohemias.

No ha nacido para mi piel.

No ha nacido para mis labios

de arcilla y desespero.

No ha nacido el hombre

al que llame hermano,

ese pedestal, ese bastón blanco

que recorra conmigo las calles

que han de venir de lejos

asustadas y repentinas.

 

Siempre estaremos solos:

humo y caderas de metal

ardiendo poco a poco,

sumiendo en llanto los huesos,

negando los relojes

y la dejadez del alba.

 

Y si miro más allá

es Lisboa la tierra de mis raíces,

el mirador sorpresivo

desde el que arrojar mis espadas,

el espejo distante

donde herir la inmortalidad.

Allí ha de nacer mi indiferencia

o la cicatriz sempiterna

de tu huella diminuta.

 

También en las aguas

turbias del Tajo

hay perdón para ti

y en cada nuevo viaje

y en cada nueva palabra

y en todas las maldiciones

que puedas nacerme,

allí también estarán mis manos

para recibirte mancillada.

 

Pero siempre estaremos solos

sumidos en la piedra

de un trébol prisionero

entre las páginas de mis besos.

06 julio, 2022

 Somos un eterno singular,

hijos a hierro

de la paciencia.

Paseamos estas calles

siempre de noche

y volvemos al linaje

con la misma piel ausente

de la víspera extraña.