No me fotografíes nunca
tus otras cabelleras.
Te quiero tan sólo despeinada,
hecha a mis rigores
y vestida de mí,
sin más cuerpo que el que puedan
dibujar mis labios,
sin más sueños,
sin más espadas
que las que forjemos
en los paralelos besos
amparados en la noche
y a solas en la unidad
remota de tu vientre.
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