Pueda mi mano sostener
esta humanidad
impetuosa
antes de que
golpee los cantiles
escarpados de tu
patria
o los arenales
movedizos
de la felicidad.
La naturaleza
sonríe, los ríos,
los árboles, las flores,
hasta los
barruecos y sus
graníticas formas
se muestran
gozosos
mientras una marea
de gente
cabizbaja arriba
a las playas como
un dolor
incesante.
Y mis manos saben
que no han venido
hasta aquí
para preguntar si
Dios existe
o si la muerte
tiene color
(esa ya saben que
es negra).
Por eso empuño la
azada
y sin perder
tiempo abro
un surco más
profundo
en el que las
flores, los árboles,
los ríos, la
naturaleza, todos
sonrían con la
cabeza alta
y dejen de ser
apenas uno
entre tantos
sueños sin recursos.
09/02/2018
Salamanca