"La facilidad que tenemos de manipularnos a nosotros mismos para que no se tambaleen lo más mínimo los cimientos de nuestras creencias es un fenómeno fascinante". MURIEL BARBERY: La elegancia del erizo. Seix Barral, p. 117.
El agua,
tu voz,
el agua,
la saliva.
El agua
y los lentos besos
de colombina
casi ingrávidos, casi tú.
Voy recordando esta sed,
esta húmeda ternura
y una lágrima
me resuena
torrencial
entre tu nombre,
tu voz…
25/04/1988
Salamanca
[El ángel metálico]
Qué soledad
la de este diciembre húmedo
y tibio tras las persianas azules
como un mes mudo
viendo pasar descomunales y felices
gritos de metal
en sus raíles,
en su alejarse.
Algún día
volverá por los intervalos
del telégrafo
el alarido desesperado,
la agudeza lacerante
de un tren aullador
que se olvidó de mi.
21/04/1988
Custodio el silencio
en este recinto de cicatrices
aulladoras
y hombres
desnudos de una mujer.
Atesoro cada partícula
de este serme infiel
y débil y callar
como una paloma bajo la lluvia.
Oculto el pecado
de no rebelarme y la paciencia,
la infamia silenciosa
de horrendas palabras.
¿Y tú, qué escondes?
8/03/1988
Te extiendes
—suavemente plañidera—
a orillas de esta cúpula
de cigüeñas y acarameladas piedras
con tu mezcla de luces y sombras
y un sin fin de viajeros encantados.
Aquí, donde el suelo ocre
se empequeñece hasta la confidencia
y una diadema de azahares
serpentea mansa el velo
de tu recato antiguo,
abres los brazos
de ciudad bienamada
como un Cristo Redentor.
Aquí termina
esta infructuosa búsqueda.
Dueños y esclavos
de tus azulados pezones
volvemos al fin al adoptivo
embrión del que partimos,
desterrada la muerte y la verdad,
a encontrar el aislamiento
de este poco de sombra humanitaria.
17/02/1988
[El absurdo libro de la ciudad]
Nosotros, caballeros medievales,
perdidos en un sueño de artista,
hemos construido faraónicas
mujeres que se alejan
en el óleo de un vaho azulino.
Pero sobre el desprevenido
paisaje de engalanadas esquinas
se cernieron dunas hambrientas,
vientos descomunales
que royeron las pirámides
hasta dejar tan sólo sirenas mediocres
en un mundo extraño y bestial.
Nosotros y nuestro hedor peculiar y melancólico
que flota en el azul malhumor
arañamos también el pánico
del artista llorando ante el espejo.
16/02/1988
París es la sonriente
superficie de París
—el poema—
una titilación de la vanidad
entre estas oscuras selvas marchitas.
Algo suave y húmedo
—como un Sena de papel—
se desliza en los márgenes
de las sombras gigantescas,
royendo su armazón de oscuros
coleccionistas de reliquias.
París está en todas partes,
el París de personas inobjetables,
la tibia hendidura
de mechones y remolinos,
rizos y jadeos hechos verdad
en masturbados viajes imaginarios.
Pero la capital de este reino
de versos se agazapa
entre los subterráneos
en una impunidad perfecta.
París,
el deleite postergado
y los dorados palacios de ayer
son como una cálida y húmeda manía,
el resplandor de una adoración profunda.
15/02/1988
He vuelto a poseerla,
conmovedora e indefensa,
con la furia del desterrado
que regresa,
con el ardor del amante
ocasional que sueña dominarla;
con el hambre del lascivo
que ayunó toda la Primavera...
Y sus nobles pezones,
sus aterciopelados brazos
se marchitaron bajo mi peso
con chirriantes sonidos,
crujientes quejas de metal,
torturados ayes de falsa virgen
fría y ruidosa.
¿Y ahora?
Aplacado el ariete
en estas avenidas recién lavadas
vuelves a soñar con nuevos viajes,
con países remotos
desde los que imaginarla
esperándote.
14/02/1988