De nuevo esta concubina menuda
de ojos de arlequín
y pechos puntiagudos.
Otra vez esta femenina
y atroz luminosidad deprimente
—como una daga confabulada—
se abre camino en la noche.
Con las pupilas pegadas al cristal
va encendiendo sus poros
de una suavidad marfileña, marmórea,
clamando sedienta
de interiores, de hogar
íntimo, de soledad.
Se acurruca sensual
—puerilmente lasciva—
y la magia de la virilidad
de escritor y explorador ambicioso
pugna con la amargura y la repulsión.
¿Abrirás hoy la ventana
a su obstinada y mordaz
carne apedreada de tantos?
¿O te hundirás en tu desordenada mesa,
sordo a sus súplicas,
ajeno al llanto y las disculpas?
Un reloj con lóriga y lanza
asesta otro golpe
al tiempo fiel de tu entereza.
Pero, ¿y mañana?
¿Seguirás resistiendo
esta agresiva exhibición de burdel?
13/02/1988
Salamanca
[El absurdo libro de la ciudad]