E speramos durante horas a que bajase la marea
mientras el mar batía en las
rocas y se ensanchaba
cada vez más acuciados por los
gestos
de un amor inagotable.
Hubiéramos
querido
decir adiós a estas vacaciones
libando
el perfume a flor de piel de la
sal y del yodo
acumulados y entregados a otros
secretos placeres inconfesados.
Pero
la solidez de las rocas continuó
resistiendo
las embestidas de las olas insistentes.
Nos prometimos que el próximo
año
compraríamos un calendario de
mareas
y regresamos al camping sin
desaliento
haciendo proyectos para otras
carnalidades.
Por la tarde llovió. Llovió
durante toda
la tarde una cortina
perturbadora y gris.
Yo leí durante horas en el
porche mientras
mis hijas, del otro lado de la
ventana,
resbalaban cómodamente sobre la
indiferencia.
De lo demás no me apetece decir
nada. Voy
a quedarme aquí, sólo atento a
luz que pugna
tras el espejo turbio del horizonte
por venir hasta estos versos o
hasta mis ojos
a despedirse de las lágrimas
contenidas.
26.08.2005
Cabo de Oyambre (Santander)