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26 agosto, 2023

¿PARA QUÉ HE ABIERTO LA VENTANA?

¿Para qué he abierto la ventana?

lloro y respiro mal dolorido

como si me hiriese la invisible

fertilidad punzante

que por todas partes se derrama

                                                                                  y yo

confinado aquí exprimiendo horas

y leche inútil que nadie beberá.

 

Abril ha traído zarzas

como ayer la luz

una sombra rasgada

y en este mes dejo la carne

en jirones oscuros.

 

El jaral a lo lejos blanco

huele mis treinta y cinco años

y después los treinta y seis

y después un treinta y siete. Tal vez

aceitosos y escurridizos

todos los números son mágicos:

velozmente

descienden y el premio ya se gastó.

 

22.04.1.997

Badajoz

25 agosto, 2023

LISBOA. UNA PASCUA....

 Lisboa. Una Pascua

construyéndose un catálogo

de personas obvias, lejos

de aquella casa hostil

esperando en el umbral del agua

que una ola venga y nos bese

o una gaviota recoja

un pez verde, el recuerdo, quince

años.

 

                       Cerraría los ojos

en días así y viendo

partir los barcos

podría anochecer

y tú empezar a amarme.

 

Todos los viajes tienen

un principio

en algún muelle

lejos del bullicio de los barrios

de los andenes que no prometen

nada excepto

cercanías.

 

                                   Cada hombre

ansía un barco para dormir

y yo sólo ojos y pechos

los tuyos

donde se alimenta mi corazón

y viaja

inequívocamente tras lo efímero

de las cosas.

 

22.04.1.997

Badajoz

24 agosto, 2023

La casa número dieciséis

 En la casa número dieciséis

me ofrezco al espejo y guiño

la apariencia carnal

bajo las inquietantes

formas de una soledad

demasiado ruidosa.

 

En una habitación de esa casa,

en la cama de ese cuarto,

observo los trazos rectilineos

que me acogen y confinan.

 

La luz entra de fuera,

al atardecer, del infinito,

de la ciudad simplificada

geométricamente,

mientras Alicia sonríe

seductora en la cal de la pared

y yo me erijo en descifrador

del mundo:

                                   el perro

que ladra bajo el limonero

está amargo, es perenne

bajo el toldo que oculta

la ilusión de lo visible.

 

La Alcazaba donde todos

los días amanece un sol

extremeño y rojo

es el sonido mudo de futuras

palabras.

                       El río que intuyo

esconderse y reaparecer en la lejanía

es el dios de los anatemas

empujando hacia arriba

el suelo que se eriza como piedras,

como árboles florecidos.

 

Así expuesta a los perros,

al asalto de una fortaleza

que nadie defiende,

al capricho del agua

y a la terquedad de las rocas

y de los árboles,

la casa parece vulnerable

y el hombro siente la certeza

breve de un dardo apareciendo

repentino en mi noche.

 

En mi pequeñez apetece

hacerlo carne contra la aridez

y el hambre y alimentar

con él algunas nuevas de febrero.

 

Pero este no es el techo del mundo,

ni estos versos me han de

unir a la diversidad de los hombres.

 

Parezco liviano. Tengo un principio

de bolsas bajo los párpados

en las que encierro algún saber y soy

menos inocente que hace unos años

cuando era joven, más joven,

y el juego de las palabras me

desvestía y poblaba de

una inocente inconsciencia.

Sospecho la bondad de las cosas,

no de todas, y es en la soledad

donde más nítido me oigo.

 

A veces pienso en las miserias

que también me conforman

y quisiera antes de llegar al final

deshacerme de ellas o mudarlas.

Algunas se alimentan de cierta

pereza, dejadez, abandono; otras…

otras las cultivé fielmente

para el reflejo de la forma

donde caben y se abisman

la totalidad de los banales.

 

En la casa número dieciséis

no se fuma. Nadie ha fumado

todavía. Y sus paredes y suelos

afectivos no han sido penetrados,

aún, por los frutos, que también

son rostros, de un dolor presentido.

En el salón de esa casa

la silla desde la que observo no es irreal

ni es silla. En ella siento

un verso y lo repito hasta

sentirle palpitar el descanso,

y cuando brevemente adormece

y cree tener nalgas y espalda

o columna, le muestro

mis manos y le digo

que yo soy el poeta

carpintero

                                   capaz de despertar

el deseo de la madera.

 

Así se va trabajando sin descanso

el hilo, la madeja toda.

¡Ojalá fuera Penélope viuda

sin saberlo!

 

                                   A las ocho treinta

el sol entra en mi habitación

como una sábana blanca

y desde la ventana veo

arder una Alcazaba que nadie defiende.

19-23/03/1.997

Badajoz-Salamanca.

23 agosto, 2023

ESTA MAÑANA CUANDO...

 Esta mañana, cuando

he salido a la calle,

he visto el mismo

espectáculo de todos los días:

los árboles no han recobrado sus hojas

y a sus pies las aceras conservan

las mismas huellas y desechos.

 

La gente bajaba

la avenida

                                    adormilada y presurosa

con las mismas

trivialidades de siempre.

 

Por ningún lado se ve

el desabastecimiento pregonado por los medios

aunque la vendedora de aceitunas

dice que ya le va quedando poco bacalao.

Yo miro los encurtidos

y calibro por su curación

cuánto más podrá soportar ese pez,

y pienso que un transporte

pesado es un buen medio

de avinagrar el tiempo.

 

De regreso paro en el Liceo.

 

A una ventana se asoma un rostro

adormilado y en el escaparate

de El Corte Inglés un maniquí

desnudo luce paciente

sus muñones.

                                    El rostro es

una mujer y el maniquí es el vestido

que la moda quiere. Entre

ambos se disputan mis ojos.

 

Soy y no soy la mirada

que une la carne dormida

a la paciencia inexplicable.

 

De la mano insensible me cuelga

aún la bolsa con las salchichas de Melquiades,

apenas un pecado de distracción,

el tributo de ser hombre, pero

desoigo el horario y permanezco.

 

Incluso una mirada poco

dada a íntimas atenciones

podría ver que lo que conmueve

esta plaza es la desnudez

de su lado humano.

Tal vez el escaparate

y la ventana

                                    no limiten

sino que liberan la soñada

aproximación inalcanzable

y maniquí y rostro

no sean más que el lado

tragicómico de la vida.

 

La mirada posee

aquel deseo que inquieta

y perturba y pienso que todo

puede ser verdad y nada

espanta, aunque desprecie

el lado mercantil

de este amor.

                                    En este

rostro adormecido yo soy

el sueño que el maniquí vive,

el sueño redentor de la moda.

 

En este maniquí desnudo

todos nos reconocemos:

él es capaz de vestir, como nadie,

el lado perdedor de la humanidad.

Jamás será el amante que el rostro

sueña y, sin embargo, es el seductor,

y seduce

                        sin nunca perder la inocencia.

 

Ahora sí,

                        me voy,

mientras detrás de mí

quedan rostro y maniquí desprovistos

de nombre; me voy, en paz,

sabedor de que no he violado

las reglas del melodrama.

 

¡Tampoco he de juzgar lo que no ven

los ojos de los hombres vulgares!

 

Me voy, y detrás

de mí el Liceo

alcanza la dimensión de lo absoluto.

 

25/02/1.997

Badajoz