27 julio, 2023
(A Luis Alberto de Cuenca)
Te escucho
decir tus poemas
mientras la lluvia me lava
los sentidos, la misma lluvia
bajo la que he venido presuroso.
Sé que esta noche escucho cruel,
casi exigente o perverso
y
no voy a tolerar
que alguien pase lista a mis
delirios.,
que quiera sorprender si asiento
en alguna metáfora dolorida
o carraspeo un resto de emoción
tras el despliegue de tus héroes,
los míos, diez años después.
El ave del paraíso cruza este cielo
azul de bóveda remota e
inteligente,
te escucha también decir que
con los poemas entregas tu voluntad
a la arquitectura y a la
experiencia y
finalmente me nombras tu amigo
en una dedicatoria.
Todos
los que me conocen
se han ido y yo levanto la mano y
digo adiós, ¿a quien?
por tratar de hacer ver que alguien
sabe de la urgencia de inventar un
saludo
Y bajo por las orillas del arte
respirando la misma lluvia
que me trajo y te oyó decir tus
poemas
hacia la noche y me equivoco de
camino.
No importa, nadie iba a sentir piedad.
Todos se habían ido sin esperar.
18/11/1996
Badajoz
[El tiempo de la amargura]
26 julio, 2023
Entrego
este paseo al acaso
deambulando por donde muestra la
noche
sus primeras señales de gloria.
Voy por las desiertas paredes de la
ciudad
erguida con muros desolados,
oliendo a lejanas mezclas de metal
y seducción.
Me
demoro
en el alarido atroz de un ventanal
y me veo mirarme en el reflejo
errante de un hombre asombrado,
que me llama masticando con
lentitud
una voz corpórea y confusa:
¡Oh tú, me dice, que detestas la
civilización moderna
y no prescindes de las máquinas,
tú que escarneces las horas punta
y la consagración de los hombres
en muchedumbre centenaria,
e hipotecas a los tuyos para poseer
un pedazo de esta bóveda sin cielo.
Tú que naufragas en el cáliz
amargo de la soledad compartida,
tú que tejes tus días de restos
de la gente real con que vives,
para un instante y respóndeme:
¿qué lucha te conduce
al corazón subterráneo de la
piedra?
Yo miro mis sandalias de bronce,
observo mi túnica en la que
persisten
delatoras manchas de tinta negra,
negra es también la cabellera
que con un gesto lánguido aparto de
los ojos
dejando ver los tejados oscuros,
las puertas cerradas, las calles
vacías
y respondo:
Tal
vez haya enloquecido
a orillas de este río y estremezco
y se estremece el viento, hasta
sus ojos llega mi estremecimiento.
Estoy vivo y tengo una herida
y me encuentro universalmente solo
cuando las aves del invierno
todavía no han llegado.
Quizá no alcanzo la revelación de
las cosas,
tal vez no encuentro en este cofre
de almas
la desnudez suficiente, un sexo
industrial para saciar mi carne
y por eso me arrojo al lecho de las
palabras
abandonado por el Dios inventor
para el que ninguna muerte es
posible.
Ahora a través del cristal veo
gente
en las mesas, camareros afanosos,
sedientos marinos, mujeres de todas
las razas,
tatuadas y a la vez desconocidas,
algunas de una belleza indecisa
casi tentadora, casi belleza
y no quiero entrar.
Vuelvo
sobre mis pasos
por las mismas calles irregulares
del azar al que he entregado la
voluntad.
13/11/1996
Badajoz
[El tiempo de la amargura]
25 julio, 2023
Para José Aurelio
Luna,
en ella.
José niño huye
a Egipto
y juega al escondite
dentro de sí mismo.
Al anochecer se
recoge a casa
pero nada quiere
saber del Dios de la
palabra.
Se orina ruidosamente
haciendo alarde
quizá de su idiotez
—¿Será verdad?—.
Quizá nunca llegue
a ser feliz
o al Nilo.
El tamaño de los ríos
no es importante
para quien resiste
a las tentaciones de
la carne
o a las leyes de la
vida.
12/11/1996
Badajoz
[El tiempo de la
amargura]
24 julio, 2023
UN PUENTE AL FINAL DEL OTOÑO
Las prostitutas del Puente de la Constitución
reciben las heridas
tras la Alcazaba
desierta y solitaria
a cambio de un bien
antiguo.
A veces se acercan a
mi ventanilla
y me preguntan qué
busco.
¡Una pendiente
despoblada
de hojas al final del
otoño!
Después sonríen
desdentadas
y a mí me dan pena
porque las veo
alejarse
con los muslos llenos
de cardenales
y sé que nada han
entendido.
11/11/1996
Badajoz