26 octubre, 2023
Paradoja del hambre
Paradoja del hambre
"Con decir lo que está pasando
a cualquiera se le tendría
que romper el corazón".
Bertolt Brecht
Devorado por los días
agrestes
tiendes a la naturaleza una mano
llena de angustias que necesitan
alimentarse.
Y yo apenas
te presto
cuerpo y voz, sentimientos y geometrías
difusas derrotados antes de la derrota.
Con las puertas y ventanas cedidas
al hambre tu casa ha dejado de ser
exótica.
Los
tambores suenan
sin lamento y a lo lejos, imprecisos,
guardan en la memoria el terremoto
que hizo temblar estas palabras.
Pero
al cabo de los años
de la miseria,
de la ruindad,
¿qué habrá de perdurar
cuando no quede nada
digno de ser recordado?
Fragmentarios
e inasibles recuerdos,
la desnudez,
vacilantes silencios enfermos,
el hambre austera
para turistas
y la dudosa vida
de los pobres
en manos de los magos
de la tierra.
¿Qué es entonces África?
¿Qué es el hambre?
¿Qué eres tu?
Cuando la piel
se te pegue a los huesos
y se te incline el esqueleto
y terca la muerte se empecine
en convencerte de que es
más fuerte y cruel la naturaleza
que la civilización,
abre tus brazos puros a la verdad:
Nadie
nace ni muere igual
y tal vez una palabra dure
más que mil imágenes,
pero
los poetas escribimos
desde el lugar de Dios,
sin reencarnaciones,
usurpando tu derecho
a expresarte con voz propia.
Mi pasaporte no dice nada
de ser un hombre feliz.
En realidad no tengo pasaporte
desde hace muchos años.
Y mi carne
pasajera viaja entre el dilema
de la ciudad a la que he vuelto
y el cuerpo necesitado desoyendo
las voces hirientes
de la conciencia dañada,…
Pero
alimentado
de ti,
de
palabras,
de
naturaleza,
de
hambre
como un incendio que va dejando
cicatrices en el alma descarnada.
Salamanca
27.07.2004
24 octubre, 2023
El viaje de ti hacia ti
"…o meu coração
anda à tua procura".
Miguel Torga: Diário 3.
En los altos versos
adormecen
mis manos como pardales
sobre un almendro.
¿Qué andaré yo buscando
por los gestos habituales?
¿Qué horizontes me desafían
los ojos desde líricas ventanas?
En ti la casa
existe y abriga
y en ella encuentro todo
lo que me alimenta,
lo que me quita la sed,
lo que me da paz
en algunos momentos.
Y, sin embargo, hay días
y paisajes en los que lloro
y voy mojando las lágrimas
en el borde de una palabra
asustada y enérgica.
Y una mañana, en la fragilidad
de las primeras horas, parto…
Y lo primero que veo a lo lejos
es un mar inmenso, verde,
que lo mismo podría ser trigo,
que esperanza, que tus ojos.
Perdidos aquellos raros mensajes
en una playa por la que vagan
gaviotas sin alas, encuentro
un marinero pescando imágenes
para alimentar un poema.
Me ofrece dos rosas nuevas
al anochecer, sin otro techo
que las estrellas.
Yo le digo
que no
tengo barco para pintar
en su proa el nombre
de mi amada,
que en el equipaje me quedan apenas
tu pecho para calentar ciertos fríos.
Me cuenta que ha huido del aburrimiento
estructural de la vida de cada día
y que ha decidido ser fiel a la infidelidad,
cantando a una musa juvenil
que derrame sobre su cuerpo
los goces de otros cuerpos vividos.
Pasa otra noche con su oleaje
y su imperio de silencios entre ruidos
mientras las palabras ya no ayudan
a soportar el tiempo de la separación.
Y al amanecer de las abluciones
añoro sumergir las manos
dulcemente en la tímida
frescura de tus ojos.
Pasó también la edad de Troya
y sus caballos. Ante sus murallas
asistí, después de los estragos
que dejó aquel otro agridulce
amor, al futuro y a las veleidades
del tiempo y la piedra.
Y al alba
para poder enamorarme mejor,
te imaginé todas las tardes
tejiendo pan y alegrías
para ahuyentar amores frágiles
y escurridizos.
Pero aún estaba lejos, obligado
a sendas por las que transitar en solitario.
Un abril sosegado
vino hasta mi equipaje un terror
que intentó devorarnos la fantasía.
Se instaló entre los linos y últimas
sedas y allí gritaba sin tregua
un adiós pronunciado por otro
que parte.
En su
inquieta compañía
sufrí el verano y los ocres del otoño
rumbo al invernal este.
Allí
las noche ya no eran mil
y Sahrazad, con otras armas
y la misma fe, era aplastada
a fuego y sangre
por la perfidia del ventrílocuo.
¡Han pasado cuarenta y tres años!
¡Es hora de hacer recuento
de la vida, de los cuadros
que nos han conmovido, de reconocer
en lo fragmentario el todo
que nos induzca a ser optimistas!
Soy
el hombre que oyó
el canto imposible, soy
Orfeo envidiado por la muy blanca
sirena de los delirios felices, soy
el náufrago que rechazó
las playas abundantes de Esqueria, soy
yo ininterrumpido viajero
atado al mástil de tu corazón.
Salamanca
24.07.2004