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26 junio, 2008

El hombre que hay dentro de mi



El hombre que hay dentro de mí
tenía ideas sobre el mundo:
gritaba, golpeaba, hasta que
se convirtió en
parte del silencio
de la muchedumbre.

Entonces adormecen los relojes
y la carne se vuelve lenta,
son una pereza la piel y los huesos
y los ojos empiezan a anhelar
paisajes a solas, sólo piedra,
sólo árbol, montañas cada vez
más altas, sin humanidad.

Pasan volando pájaros,
sólo pájaros. No tienen nombre.
Ordeno que se detengan y parados
en el mediodía cuento cuarenta.

Ando sobre las aguas
y a mis pies vienen a libar peces,
sólo peces. Tampoco tienen nombre.
Ordeno que dejen de remar
y en una media ola cuento cuarenta.

Escalo montañas y desciendo valles
y otra vez colinas subo dulces
y en un otero pastan rebecos,
sólo rebecos sin nombre, de ojos
inocentes. Ordeno que alcen la testuz
y en cada uno cuento
cuarenta deseos, sólo cuarenta.

¿Les importará a los pájaros y a los peces
el hombre, le importaré yo a los rebecos
o en su urgencia maldecirán
mi capricho de Dios-Poeta
parando las aguas y el aire
con unos versos?

Súbitamente los pájaros, los peces y los rebecos
se hacen agua y en las últimas palabras
del poema aparece el barco
del que mi mano ha de ser marinero.
Bajo sus velas cuento cuarenta días de indulgencias
y la consagración absoluta al mar de la vida.

12.08.2001
Playa de Gerra - San Vicente de la Barquera (Santander).

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