Los árboles son azules
y la noche se llama Carmen
de labios infinitos.
Escucha como mi voz
persigue tu huella
y te prende en los pentagramas
incoloros para que tu rasgo
desgarre el alba y rompa
el ritmo de las pedrerías.
Alacenas y alados
suman el vuelo
de tactos
sumergidos
y glaucos.
Aldabas sin nombre
beben en los peldaños
de ramajes y telares
porque Ulises es un billete
sin vuelta y Ramsés
nunca besó el pezón de Keops.
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