Ven,
agítame en la despedida
como a un extranjero de la luz
mientras me hago pequeño
y haya risas que perdonar.
Mañana
los
buenos días
pueden ser un escanciador
de afásicos licores
para el que los muelles
serán tan sólo anónimos
perennes sin remite.
Paso a paso me desdibujo
y pierdo los motivos
como una piedra fecunda.
Escalón tras umbral
visito las barandas
de la confesión para rayar
en vencejos y alondras
acuchillados en la corteza
desnuda de otra piel sin patria.
Y desde allí te saludo
sorprendido en la distancia
por una niña obsesiva
siendo un grito inexistente
abocado a perseguir simetrías
prohibidas al tacto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario