Con qué extraña ternura
recuerdo esos otros días
en que tu mano me desdeña
y vivo otra vez en sueños
el regreso de mi infancia.
Otra vez silencioso y diminuto
vuelven por los andenes
entre burdas tinajas
los olores a tomillo
y a fuego recién velado.
Es entonces cuando te presiento
y me contienes enteramente
entre tus manos blancas,
cuando fluyo de labio en labio
y puedes ser todas las flores
porque la soledad me ofrece alas
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