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19 mayo, 2022

LOS PAISAJES DE LA FELICIDAD

Para Carmen Zamarreño
(evocada en el Duero
una tarde de Primavera de 2002)

 

Remontabas el río, sin velas, sin

cañones, mientras el ojo atento

vigilaba el cobre de tu pelo.

No eras Francisco de Orellana

en otro continente

ni tampoco la hoja de almendro

que el otoño confundiera

perdida en una catedral

sin Dios, sin invierno.

                                         Rodeada

de excursionistas pero sola

contra los árboles y las piedras

tal vez quisieras peregrinar por voces

y arquitecturas más altas, tal vez

arremeter contra los días

que amanecen entre

el rencor y la ferocidad, entre

aquellas rocas, entre aquellas aguas.

 

Intento rejuvenecer los recuerdos

de aquel viaje y bordar lento

el bastidor de tus tristezas y mis penas

pero ya voy padeciendo las tiranías

de la noche y te veo sola en el río,

sólo te veo sin velas mientras ávida

sobre el paisaje la mirada va sucumbiendo.

 

Me hubiera gustado escribirte

amaneceres como palomas

y no esta estremecedora deriva

del agua, de los muros, de los almendros

de la historia y sus conquistas,

de Dios, de nosotros.

 

Esperaré a mañana o

nunca para enviarte estos

versos. Tal vez el río, una ventana

o el cobre de tu pelo

traigan de nuevo los paisajes

de la felicidad.

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