Aquella noche
soñé contigo.
Volvías vestida de negro
y yo te desnudaba
con las uñas rejuvenecidas
en un afán de arrancarte el luto
Te susurraba lluvias de cristal
y hacías de mi aliento
ramos de caracolas
donde encerrar el mar de tus besos.
Suave remontabas mis cauces
y te acunabas allí
donde los abecedarios
se hacen ligeros y la noche
es un relámpago fugaz.
Después despertaron los adjetivos
y eras un rosario distante
prendido de mis párpados
al que escribo cada tarde
para mañana levantar en tu piel
altares de amapolas
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