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Curva a curva devoro el cuello
del Tajo mientras espío a la izquierda su vientre abultado y a la vez
desnutrido. Me detengo en el primer alto para masturbarme sin miramientos,
ignorando las bocinas, las fugaces muecas de asombro y desprecio. A veces
levanto el puño obscenamente y les grito que por estos parajes hace tiempo que
no llueve. Pero es inútil. Se alejan demasiado veloces a lomos de su vergüenza,
sabe Dios haciendo qué comentarios, cuántas cruces. En realidad no me importa.
Sólo lamento la pérdida de concentración y el inevitable retraso en fecundar
las estériles laderas de granito.
[Los viajes
entretenidos]
Badajoz, 03/02/1989
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