, como las palabras que vuelven sobre sí mismas, nunca debiera escribirse en una línea horizontal.
Por tus
ojos la hierba persigue
al monte, el árbol a la casa,
la puerta al reposo
y en el lecho se agita un saludo
aniñado para despedirte de nuevo…
Mientras el monte se desviste
verde y desnudo
y las piedras del umbral
cobijan los troncos diminutos
en las cuerdas de los relojes,
el amor airea los edredones.
3/12/1984
Salamanca
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