No
encontré flores ensangrentadas
en los relicarios de la noche
ni el asombro desnudo
de la piel desnuda,
sólo labios necesitados,
sólo abrazos transferidos.
A veces la muerte tiene
la forma de tu nombre
y sobre el facistol de tus caderas
arrodilladas
leo el péndulo jadeante
de una postración animal,
comunión de los débiles
lazos etílicos del deseo,
frustraciones y esperas solitarias
en un andén de edredones
donde comprender el filo rojo del
alba.
¡A veces los trenes llegan tarde
y abarrotados de otros!
21/08/1984
Salamanca
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