Entonces cierras la palma de tus ojos
y aprisionas en un
puño de asombro
el rito de la
fugacidad,
como si todo volviera
al principio,
al estremecimiento de
anhelo y temor.
Somos los mismos,
piedra y nombre
carnal,
el antiguo aroma de
lo simple
y la convicción
eterna de Dios.
Tú eres hombre
posesivo
y mi piel femenina
el verso entregado
del amor.
…?
Salamanca
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