Nutrido
del pudor de tus piernas lechosas
no hay cabezas de profetas,
no hay cadenas en el aire,
no hay uniformes ni soberbia.
Cuidamos de los sueños
con la piel erizada
trocando de boca en boca
el aliento y un mañana confidente.
Entonces
respiro el azahar de tus ojos
niños,
las damas de noche
que te mantienen fresca
tras esa ventana abierta
y de los miradores del sur,
de las arras de tu vientre,
de nosotros la voz quiero.
¡Todo es un tiempo descalzo
para no elegir!
24/03/1984
Salamanca
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