Cuando me quede solo
volveré a conocerte y a amarte
ante los brazos del Tajo,
a renacerte toda mía
y a olvidar que una noche
me emborraché de fotogramas
imposibles,
que
fui del exilio
a la añoranza y a la espera
como se va de la palabra al beso,
al retorno y a los ritos quemantes.
¿Tendrás entonces el sexo más profundo,
los ojos más adentro,
las manos infinitamente abiertas
para recibir los dones de mi piel?
Sí. Todo volverá a ser tuyo
en una noche de viento y de lluvia
y volveré a tu cuerpo
como se vuelve de la fatiga,
castigado por el aire,
acuchillado por la memoria
pero eternamente siempre
siempre formando parte de ti.
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