Me da miedo
hacerte daño con mis
silencios
y brotarte una queja que vaya
de tus caderas a tus pies
como un tren sonámbulo
acordado entre dos estaciones.
¡Ojalá pudieras oír mis pensamientos
o animar tan sólo la palabra
que se me abisma más allá de la piel.
¿Cómo contarte mi manera
si soy de una raza antigua
pregonada por los espejos
y abocada a la autodestrucción?
¿Cómo no callar y errar
por los capiteles de la tristeza
si el metal que me define
es una senda delicada
por la que tropiezo maldiciones
y labios a los que adoro?
Pero no quiero
hacer
de tus senos
una dulce costumbre,
no quiero visitar los pasados
intermitentes de la sombra
ni recurrir a los faros de la infancia
para disculparme los ojos.
Soy el sauce responsable
de la no luz, la flor ligera
que ningún viento levanta,
el impersonal tú de mi sangre
o tal vez el presagio de la antigua
burla del desencanto.
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