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23 marzo, 2022

 

Una gaviota en el cielo de nadie bebiendo

para el recuerdo hayas, pinos,

piedras, caminos verdes y azules de lenguas;

el cuervo silvestre de las mañanas

horadando la gloria breve de los sentidos;

una vaca adormilada con los ojos

pricotrópicamente indiferentes

moliendo nostalgias.

                        Mi mano

tacteando aún la vecindad de los trigales;

el árbol que alza núbiles sus ramas

al horizonte de la fotosíntesis.

                        El hombre

que posee mi mano sentado

y ausente tentado de nuevo por

los senos adolescentes de Ligia

clamando desde el horizonte.

Una vez me despedí de la noche

sin mirar atrás y anduve errante

y ciego cuarenta y cuatro años.

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