Qué antorchas
iluminarán este desconcertado
y brumoso presente?
¿Qué cánticos sofocarán
el crepitante ay de los
vencidos?
¿Qué cimbel aislado de si
mismo podrá en su señuelo
prender otra vez alborozadas
golondrinas?
Los
cuerpos
se nos han vuelto duros, secos
y exigentes en esta trivialidad
constante y fatigosa de vivir
veinticuatro horas aún
no domesticadas.
Y
azotados
por versos y trincheras nos
falta
musculatura para sostener la
atrocidad
de la mañana.
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