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28 diciembre, 2021

SIN TÍTULO

 

D

isfruta usted del paisaje?

– ¡Hombre, sí! ¡Pero disfruto más comiéndome una docena de ostras!

– Viciosillo del marisco, ¿eh?

– ¡No, no! ¡Que va! Por decir algo. También hubiera podido contestar que me resulta más satisfactorio ronronear por la espina dorsal de una morena de Bahía, o, acodado en el balcón del noveno, escrutando cabecitas paseantes por la Avenida de Colón, adivinando cuántos centímetros de altura coronan las cabelleras, o especulando acerca de la moda invernal en peluquería. La verdad es que nunca me acodo en el balcón del noveno porque vivo alquilado y soy remiso a compartir mis ensoñaciones con la patrona. Y tampoco conozco ninguna mulata brasileña para sentirme felino meloso por su espalda.

– Pero entonces, ¿las ostras?

– Tal vez sea el exotismo. O la delicia de sentir aguarse la boca al representar el limón lloviendo sobre el habitáculo de nácar. En realidad preferiría exprimir media tonelada de limones sobre el cuerpo desnudo de una venus estática sobre un bidet.

– ¿Una venus negra?

– Sí, ¿por qué no?

– Pero resultaría imposible engullirla de un bocado.

– ¡Claro! Es que las venus negras le empequeñecen a uno la boca y no sirven para los cuentos de lobos, aunque se las rocíe bien de jugo de limón.

– Seguramente es usted un buen gourmet.

– ¡Nooooo! Yo en estas cuestiones de la cocina soy como muy conservador. Entro mal por los platos nuevos. A mí una buena legumbre y buenas carnes, pero poquitas.

– Pero ¿a que le gustaría un buen combinado de Boticcelli adornado con tanga de calas desiertas y pepitas de limón brillantes y aceitosas?

A esa pregunta ya no me contesto.

 [Los viajes entretenidosBadajoz, 09/02/1988

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