Por la inmortalidad que me confiere el odio
y la ceguera de olores
entrelazados
como cuerpos hambrientos
de cuerpos animales
R E P U D I O,
te desgarro del paraíso
de mis labios.
Y extiendo sobre nuestra
presencia
una muralla de versos
que resista mi mano.
No me verás llorar
un brindis de desdenes,
sino un día de estos, a
solas,
escribiendo para ti
lo que no escribiría
a los leprosos de la
niñez.
El hombre que te abrace
amará mi voz amarga en tu
amargura
y aullará entre tus
caderas de loba universal
el rito mentido de la
carne.
¡Ese día cantaré tu
soledad!
…?
Salamanca
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