Aquella niñez
que olió como la de
todos,
quizá caliente al
alba
y una máscara de
cartón y seis años
en carnaval,
la piel desnuda de
los caminos,
el secreto de las
fuentes
y los viejos que no
cambian,
la espera equivocada
de las sendas
y el aguardiente
oscuro del sueño
y los olivos
macerados…
Yo era la muerte
y estaba en marcha.
Esta es tu casa y la
de tus padres,
donde el maíz vence
los sobrados.
Esta es tu mujer
y el mañana de cada
lágrima.
¡Bendita soledad de
los umbrales,
letanía,
lagares
y cristal
oliva
quebrado.
5/11/1983
Salamanca
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