Qué pájaros te pueblan los ojos
mientras
me niego el descanso
y
vuelvo raudo a los altares del humo?
Un
ala tremenda se cierne
sobre
el umbral de la distancia
para
escuchar con su filo
el
pálpito de mi corazón.
Puedo,
si quiero, latir
como
los remotos tambores
que
hicieron sonrojar bayonetas
y
acallaron la frágil conciencia
de
los cañones.
Y resisto
sin embargo
en
las trincheras del silencio
para
no respirar relinchos
o
no ingerir la metralla de la discordia.
Un
día tendré alas como las tuyas
para
acompañarte en todos los vuelos,
habré
desterrado los pronombres
y
escrito por los árboles que resisten al tiempo
un
rosario de fechas y caracolas.
Entonces
subiremos a las altas cumbres
para
gritarles a los lobos de la luz
que
la luna se llama diminuta,
que
es la sombra anudada de un reloj
la
que desterramos de nuestras manos
y
que el aire en el aire con su boca dibuja
apenas
una sonrisa de amapolas
cuando
la locura es la rúbrica de mis labios.
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