No
envejezco con cada cumpleaños,
no me encorvo con cada arruga
nueva,
sólo con el paso de las páginas
blancas.
Con esos meses sombríos
en los que el árbol de las palabras
parece un don marchito
y uno es poeta
por lo que cree que escribió
o por la obstinación simple
de ser algo en la vida.
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