¡Los difuntos son
tan inofensivos!
¡Con las manos
siempre teñidas
de desánimo,
a punto
de empuñar
una azul liliácea
en mayo
o en pleno octubre,
pero siempre
postergando riñas
y contiendas.
Son sediciosos
a la deriva.
No son nostálgicos,
no. Son conformistas
que sólo esperan a
que nuestros recuerdos
aviven en ellos
una memoria sepia
y nebulosa, un verso,
un poema que los haga
eternos.
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