Por una vocal hi-
riente en tu pecho, allí
donde la mi-
rada dolori-
da se demora i
descansa sin rubor ni
pecado, olvi-
dada y absorta en su violentí-
sima ternura…
Por una hoja de avellano que tí-
midamente rasga en su caí-
da incrédulos si-
lencios y hace caer sobre tí
todos los soni-
dos desgarrados del imperio…
Por tu suici-
dio ante toda la fami-
lia, porque yo lo quiero así,
a esta hora en que Venus
se asea el amor sentada
sentada a la luz
de la madrugada que declina
en los jardines de algún poeta...
Hoy expulsaremos algún rey,
pero no me pidas que explique
por qué he sido benevolente
con Sexto Tarquinio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario