Noches en que levanté los ojos
y el cansancio me
negó el oficio de la palabra,
arenales y ceniza
de los antiguos
templos y sueños
desangrados por las
plegarias
donde el hombre
asesinó la niñez.
Una voz de tiple
suplicante
desde la aridez de
los labios
y es Herodes el
músico
este que atrona de
relámpagos
el miedo de los
candiles.
Y sin embargo el silencio…
como un muro que se
agiganta
piedra sobre orgullo
es este dormir poco y
a solas.
Alturas de la espera
y un dolor a humo
sellado
cuando el fuego es
ternura
y la luna repite
que tras las llamas
crepita el hastío.
Y laboro tu zapato de
verano
tal vez vestido de
agosto
para un cuerpo
desnudo
donde las flores me
requieran
sin añoranzas ni
huida.
16/07/1983
Salamanca