Escribo
“cuchillo”
y su filo inquieta
el primer y el último
verso como una línea
que divide
el poema
en dos
partes iguales
mitad vacío mitad
memoria guardada.
Con él hiero
mis seis años indiferentes
en aquel mítico Jardo
y nada es sangre
como si el ángel
de la guarda
en el que entonces
creía detuviera
el golpe.
Paso
entonces a la página
siguiente y las calles
resuenan como tambores.
Sé que ahora sí una
sílaba impía y hostil
podría romper todos
mis vasos sanguíneos
y no quiero
sucumbir
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